La historia, además de para contarla, sirve para advertir errores del pasado y procurar no cometerlos en el presente y en el futuro. Sin embargo, ya sabemos que el ser humano es tozudo por naturaleza. A las nuevas generaciones les conviene conocer la historia de Nuredduna, un personaje icónico de la historiografía y la tradición de Mallorca cuyo nombre salpica nuestro día a día, aunque no todos conocen de él.
Nuredduna es el nombre de una calle de Palma, que día sí y día también ocupa la actualidad informativa en clave municipal. Nuredduna es también el nombre de un asteroide del sistema solar, descubierto en 1997 por Ángel López y Rafael Pacheco en el Observatori Astronòmic de Mallorca. Por si fuera poco en los últimos años se ha convertido en un nombre de niña más o menos frecuente en los registros civiles de la Isla. Todos ellos son homenajes o reminiscencias de un personaje literario, la protagonista de La deixa del geni grec, un poema que escribió en el año 1900 Miquel Costa i Llobera y sobre el cual se compuso una ópera casi medio siglo después. Así la caracteriza el musicólogo Amadeu Corbera:
La composición originaria de Costa i Llobera presenta un drama romántico en toda regla, en el cual Nuredduna, nieta del jefe tribal del poblado talayótico de Ses Païsses de Artà, se enamora perdidamente del extranjero Melesigeni, navegante griego que representa a Homero y que por ventura o desventura arriba a la costa de Mallorca con su lira y su tripulación, un millar de años antes de la era cristiana. El instrumento musical del heleno adquiere relevancia porque deja embelesada a nuestra protagonista, y al final del relato es determinante.
El autor pollencí presenta a Nuredduna como una importante figura en la jerarquía tribal. La caracteriza como la sibila, un tipo de sacerdotisa que la tradición clásica liga a la transmisión de los designios de los dioses a través de los oráculos; una suerte de personaje profético que en Mallorca conocemos bien, pues desde la época medieval su figura ha transmutado del paganismo al cristianismo ligándose en este caso a la liturgia de la Navidad. Hoy en día el Cant de la Sibil·la es reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
No obstante, y regresando a la historia que nos ocupa, Nuredduna no debía ser una muy buena vidente a la vista de los hechos. O lo que es peor: quizás hubiera visto su desenlace trágico y todo le diera igual, en aras de vivir su amor imposible. El caso es que a los griegos, con Melesigeni al frente, los iban a sacrificar los talayóticos en honor a sus divinidades. Y claro está: Nuredduna, loca de amor, no lo iba a consentir. Por ello inventa un subterfugio que le permite conducir a su amado, al que no entendía en absoluto, a las coves d'Artà para después liberarlo, aunque con las prisas queda allí olvidada su lira.
El griego vuelve a su nave, cuenta lo sucedido y se prepara un ataque al poblado. Por su parte, a Nuredduna la descubren los suyos en su traición y la condenan a morir lapidada. Ni su pedigrí ni la intención loable de sus actos la salvan de perecer con la pena sumarísima. Herida de muerte se refugia en las cuevas donde salvó a su amado y exhala su último aliento abrazada al instrumento de Melesigeni. En el último compás de su vida las rocas de la cueva le hablan y se muestran envidiosas: «Per un batec de l?ànsia amb qué ton cor expira daríem les centúries de calma que tenim», dicen.
Lógicamente, 121 años después, estas palabras se perciben de forma muy distinta al modo como se concebieron. Para los herederos del romanticismo como movimiento cultural y literario la protagonista encarna los máximos exponentes del amor romántico. Hoy en día muchos la catalogarían como una 'pagafantas' llevada a sus últimas y extremas consecuencias.
Más allá de la valoración subjetiva de los hechos narrados, lo relevante y destacado es cómo el simbolismo de este personaje ha calado hondamente en el imaginario colectivo de Mallorca. En ella Costa i Llobera imaginó y personificó los valores raciales y étnicos de la civilización balear prehistórica, una civilización, la talayótica, que compartiría referencias cosmológicas con muchas otras culturas coetáneas del Mediterráneo. En ellas la importancia del fuego como elemento sacro se revela indiscutible y algunos expertos asocian este vínculo al personaje de Nuredduna a través de la raíz de su nombre, 'Nur'. Para otros ese 'Nur' es la transcripción del vocablo árabe que se usa para 'luz', y que por ejemplo nos ha llegado en palabras como 'alminar' o 'almenara'.