Con el poemario Felanitx (Edicions 62), Andreu Gomila (Palma, 1977) acaba de ganar el Premi Gabriel Ferrater. El libro representa un homenaje a un paisaje, del que se ha apoderado el autor para explicar quién es. El escritor y periodista, que vive en Barcelona, estuvo ayer en la Setmana del Llibre en Català de Palma, donde conversó con Esteve Plantada. Hoy, a las 11.30 horas, presenta el libro en el Cafè Can Moix de Felanitx.
Con su poemario contribuye al mito literario de Felanitx y Portocolom, como Miquel Bauçà, o como hicieron Baltasar Porcel con Andratx y Blai Bonet con Santanyí
—Miquel Bauçà no lo hizo directamente, pero sí metamórficamente. Felanitx y Portocolom han ido apareciendo en mis novelas Continents y El port, y en el poemario El carrer dels dies. Consciente o inconscientemente, Llucia Ramis y yo hemos decidido elevar a la categoría de mito nuestra infancia y adolescencia. Yo no soy de Felanitx, pero, cuando pienso en Mallorca, lo hago inevitablemente en Felanitx, donde tengo muchos amigos y donde sigo yendo cada verano. Con este poemario, he intentado apropiarme de un paisaje que no es directamente mío. Parte de mi educación sentimental se forma en Portocolom.
Se preocupa por la herencia que transmitirá a sus hijos en forma de paisaje.
—No tengo ni dinero ni propiedades. Pienso en lo que dejaré a mis hijos. Si todo va bien, yo moriré y ellos seguirán viviendo. Ellos no son mallorquines, son barceloneses. Como no puedo dejarles nada material, lo único que les puedo legar es un paisaje, un lugar. Cuando nos bañamos en la playa de Portocolom, mis hijos saben que lo están haciendo en mi mar. Por suerte, no ha cambiado tanto desde que yo era niño.
Es un poemario lleno de confesiones que dan a entender que el mundo es imperfecto. ¿Cómo ha sido la elección de la estructura del libro?
—Hay dos partes relacionadas. Empieza con un poema largo, de unos 430 versos, heptasílabos, que es un homenaje a Miquel Bauçà, el gran autor contemporáneo que ha cultivado esta métrica. Explico quién soy, cómo es mi pueblo. Todo el libro es una búsqueda de la propia identidad. La segunda parte consta de poemas breves sobre cuestiones como la herencia, el amor o el crecimiento como persona. He trabajado mucho esta segunda parte, porque te la juegas más en cuatro versos que con cien. La belleza no produce alegría, sino melancolía.
En uno de sus poemas breves dice: ‘em mir al mirall, no em veig. El reflex no té memòria'.
—Cuesta mirarnos en una fotografía de niño y pensar que eres la misma persona.
¿Tiene algo que ver todo el teatro que ha visto, como crítico, en la cantidad de imágenes que contienen sus poemas, en una especie de puesta en escena?
—No conscientemente. Es cierto que el primer poema es bastante cinematográfico, creo una especie de montaje paralelo, con un relato y varios flashbacks. Lo de las imágenes debe ser por la voluntad del uso de un lenguaje metafórico, de decir las cosas de manera indirecta y crear imágenes que sean reconocibles.
Retrata un Portocolom primigenio, a veces oscuro.
—Es distinto a la mayoría de pueblos costeros, donde todo tiene que estar en su sitio y parecer nuevo. Es un pueblo sin demasiadas tiendas de souvenirs. No está hecho para los turistas, algo que seguramente no es buscado. Es un pueblo extraño, diferente a los otros de Mallorca. Al pasear de noche, en verano, hay poca luz, es silencioso, se oye el ruido de las barcas.
Y la determinante presencia del faro.
—Portocolom es un puerto cerrado y pequeño, un puerto natural muy bonito, protegido de las tempestades. Es un ecosistema particular. Los felanitxers tienen el mérito de haber resistido al turismo de masas, a conciencia. Eso ha provocado que no sea uno de las poblaciones más prósperas de Mallorca, pero como poeta es ideal, un lugar donde no hay que cantar su destrucción. Puedo contarles a mis hijos que una determinada calle es como era cuando yo tenía su edad.
Conoce bien Buenos Aires y la realidad argentina. ¿Qué le parecen las imágenes del funeral de estado al futbolista Maradona?
—Maradona es el personaje más importante en Argentina del siglo XX. Recuperó el orgullo de un país. En los años 80, era un país derrotado, que había sufrido una dictadura feroz. La vida y el final de Maradona son una metáfora del país, que no acaba de solucionar sus problemas. Es un país que fue masacrado por los militares. Han intentado repararlo, a diferencia de España con el franquismo, pero no acaban de mejorar. Ascienden y descienden. Kirchner era una presidente más o menos bueno, y se les murió. Es siempre un volver a empezar perpetuo, como Maradona, siempre metido en situaciones fatales y recuperándose, y cayendo de nuevo. A su lado, Messi es un monaguillo. El fútbol ha cambiado mucho. Antes eran más humanos, ahora son dioses olímpicos y deben ser ejemplos.