«Un paseo poético en una realidad de contrastes ante la que he colapsado». Así describe la actriz y poeta Agnès Llobet su más reciente poemario, Turista Zero, editado por Documenta Balear e incluido en la colección 31D Poesia y que estará en librerías a partir del 21 de julio. En él, Llobet recorre y hace recorrer al lector por la Platja de Palma de un extremo a otro, en todos los sentidos: desde la Catedral a los desfases destructivos de s'Arenal, con epicentro en el Megapark, a la sublime creación de Miquel Barceló en la Capilla del Santísimo de la Seu a través de un caso paradigmático de ‘balconing' como punto de partida.
¿Qué temas son los que trata en Turista Zero?
— Se juntan dos grandes temas míos: la creación y la destrucción. Crear una vida, una imagen o una pieza de arte, pero también su destrucción, y todo ligado a un paisaje, porque todo el libro es un paseo poético por la Playa de Palma, donde se mezclan la creación de este paraíso y también su destrucción.
¿Cómo se aproxima a la poesía desde el arte dramático?
— Mi aproximación fusiona muchos lenguajes, aquí hay mucho de cinematográfico. A nivel de narrativa, de construcción, hay mucha imagen y es como un paseo a través de imágenes porque me ayuda a nivel de concreción y detalle. Espero que el lector también sea capaz de verlas.
¿De dónde parte ese paseo poético y adónde va?
— Va desde el Megapark, que es algo simbólico y muy concreto, hasta la Seu, donde está la obra de Miquel Barceló. A partir de ahí hay flasbacks y flashforwards, y también un presente inmediato que es la entrada en la Seu. Todo salpicado con imágenes que describen contrastes muy bestias del lugar.
¿Cuál es el detonante de la obra?
— Todo empieza porque hace unos años presencié un caso de ‘balconing' desde la ventana de mi casa. Vi despeñarse a una persona y me decía: he visto un ‘balconing', que es una palabra que parece ridícula, pero es muy bestia. Una persona se cae y se mata. Y aquello fue un colapso para mí.
¿Cómo se traduce eso en Turista Zero?
— Cada poeta o artista tiene sus ideas y conceptos que le rondan y para mí es la utilización del lenguaje y cómo una palabra o imagen puede contener un mundo entero, casi contradictorio. Lo del ‘balconing' fue el click para buscar aquello sublime, trascendente y metafísico.
¿Qué otras situaciones le afectaron y describe en el libro?
— Poco después hubo una pelea en la playa por un hombre que dio una patada a un castillo de arena al que apuñalaron y lo mataron. También hubo una mañana en la que buscaba un lugar para tomar un café y discutir un proyecto de teatro, llegamos al Megapark y el ver a jóvenes de 20 años, a las 9 de la mañana, en bikini bailando mientras yo buscaba un café son contrastes muy bestias que conviven. Todo eso era tan absurdo.
¿Cómo le afectaron esas experiencias?
— Para mí la imagen del ‘balconing' fue un colapso interno, y ¿cómo sales de un colapso vital cuando las palabras dejan de tener sentido? ¿Qué haces con esto? Por eso este trabajo va sobre cómo se usa y pervierte el lenguaje en beneficio de una forma de crear un relato y también cuestiona la identidad, quiénes somos y quiénes nos han dicho que seamos.
¿Logra en su paseo poético algún respiro ante estos contrastes?
— Al pasearte por esta realidad necesitas un vacío, una trascendencia y decir: que pare el mundo un momento. Liberarte para encontrar un cobijo, y para mí eso es el arte y concretamente la obra de Barceló en la Seu, que me encanta. También me colapsa, pero en un sentido creativo, incluso el terror que me produce me gusta. Me parece el punto de luz en la oscuridad.