Ben Clark (Eivissa, 1984) acaba de publicar ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo? (Espasa), un poemario que recorre distintos puntos de vista del amor e incluye El poema viral, un verso que se internacionalizó a partir del año 2011. El escritor fue galardonado con el Premi Ciutat de Palma en 2014. Además, ha ganado, entre otros, el Loewe, Hiperión y Ojo Crítico.
El libro combina poemas breves, en forma de aforismos, con otros más extensos y narrativos.
—En efecto, los poemas son, en algún caso, de formato muy distinto. He buscado que no chirriara ningún poema dentro del conjunto. Se busca un recorrido amoroso desde distintas perspectivas. Los aforismos sirven de punto de transición entre algunos textos que necesitan una pequeña pausa, antes de ser leídos.
¿Qué ámbitos del amor abarcan estos poemas?
—Abarcan deseo, celos, el amor que se pierde por el tedio y la cotidianidad. Hay una búsqueda de muchas historias cotidianas que responden, en su mayoría, a vivencias personales o de gente cercana a mí. Esto no tendría interés para nadie si el poema no se trabajara para convertirlo en una experiencia más universal. Todos los poemas intentan dejar un espacio para que pueda entrar el lector.
¿Que el lector entre en el poema, significa que se sienta interpelado?
—Sí, se trata de que el lector aporte su propia experiencia y que llegue a una conclusión, que es ambigua, maleable y difusa, y es diferente para cada lector.
En el libro, no sale Eivissa.
—No es una omisión voluntaria. El año pasado, en Lucena (Córdoba), donde elaboran una colección muy cuidada de poesía, me pidieron una antología de mi obra. Yo elegí hacer un libro sobre islas. Es un proyecto muy artesanal, casi de coleccionista. Creo que ese empacho de poemas isleños ha llevado a que, en este libro, no tenga esa presencia. He intentado que no fuera demasiado concreto. Tampoco hay muchas referencias a mis años de estudiante en Salamanca. La temática amorosa sucede, en parte, durante esos años intensos de universitario. No quería que fuera un libro de la biografía del autor.
Ahora vive en Málaga.
—Sí, desde hace dos años y medio. Hasta ahora, culturalmente estaba a la altura de Barcelona y, en muchos aspectos, de Madrid. Habrá que ver cómo se reconstruye la vida cultural que, en Málaga, era muy fuerte.
¿Qué influencia está teniendo Andalucía en su obra literaria?
—Es inmensa la creación poética que produce Andalucía. Hay algo de romántico o cliché que ciertamente se cumple, y que se descubre en un callejón, en una pequeña plaza con naranjos o en el sonido de una fuente. Y más importante que eso es la cultura viva. Hay una concentración muy grande de poetas. Aprender de su experiencia es magnífico.
Incluye El poema viral, unos versos que durante años recorren las redes sin parar y se le han ido de las manos.
—Incluirlo en el libro es un intento más de hacer que el poema entre en razón, pero es imposible. Esa repercusión no depende de mí y no me parece mal que así sea. Aprendí mucho del ensayo del ibicenco Daniel Escandell-Montiel, profesor en la Universidad de Salamanca. Me hizo entender que iba más allá de lo que yo había anticipado. Un poema viral no se puede crear de manera artificial. Aún sigue.
No sé si escribir de amor le otorga una cierta voz autorizada sobre este tema.
—Todo lo contrario. He intentado pensar que hay muchos tipos de amor y no cerrarme a una sola idea. Me interesa el amor que está alejado de una cuestión muy física o sexual, que por otro lado me parece estupendo, pero tiene mucho que ver con la idea de consumo en la que todos nos hemos metido. Hay que intentar encontrar amores distintos y aprender de ellos. Yo no soy un experto, más bien un simple aprendiz.
En la composición Releo al aprendiz desmitifica la técnica de escribir poemas.
—Intento desmitificar la idea de ir de sobrado o de pensar que has llegado a cierto nivel como para renunciar o negar la existencia de esos primeros libros, pasando a ser poetas en su Torre de Babel. En los primeros poemas, con carencias técnicas, puede haber una intensidad poética y ganas de expresar una emoción a lo bruto, que se pierde con los años y la técnica.
Y habla del objetivo de la creación con un poema sobre Rostropovich.
—Leí que él decía que antes de tocar las Suites de Bach había que pedir perdón. Me parece una idea magnífica. Es una forma de admitir que, por muy bien que lo hagas, no puedes llegar a la perfección.