Ante el bombardeo informativo de las últimas semanas por la pandemia el coronavirus, el escultor y pintor Damián Ramis Caubet (Palma, 1951) no pudo permanecer impasible, conmovido por lo que pasaba ante sus ojos. Entonces, puso sus manos a la obra, nunca mejor dicho, de la misma manera que lleva haciendo durante años, dando forma a sus ideas a través de los materiales. Así es como nace su proyecto escultórico Gracias, un homenaje y agradecimiento desinteresado que espera que pueda ver la luz a través de una campaña de crowdfunding para apoyar a «los que se están dejando la piel».
«Los artistas somos como esponjas», explica Ramis, «todo lo que se vive nos afecta excesivamente y llega un momento en el que no te puedes mantener al margen como persona ni como ciudadano o artista». Esta sensación de solidaridad para con sanitarios o los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado hizo que Ramis supiera «que tenía que hacer algo». El resultado es una obra escultórica que en su instalación final alcanzaría más de cinco metros de altura gracias a una barra vertical que simboliza a la vida erigiéndose victoriosa y abriéndose camino a través de las tentaculosas barras inferiores que representan «la pandemia, el virus, el peligro, el drama y el caos».
Simbolismo
El propio Ramis apunta que el simbolismo de Gracias se debe a que «no encontraba ningún elemento figurativo que representara con suficiente fuerza», como si todos se quedaran cortos en su labor de abarcar una crisis de tales dimensiones como la que estamos pasando, por lo que finalmente «decidí trabajar con el símbolo porque creo que expresa con mayor fidelidad lo que queria representar», señala.
El objetivo principal de la obra, que debe su origen un poco a la familia del propio Ramis quienes le animaron a aportar su grano de arena, es el de ser «un agradecimiento», pero al igual que con las palabras, «un agradecimiento en el aire, ahí se queda». Por ello, «la idea es hacerlo visible, darle una representación física porque lo que no se ve, se olvida», según el autor. Esa visibilización sería a través del «acero en carbono», con «una altura de unos cinco metros» y con la única duda, casi resuelta ya, de si mantener o no una base de agua, porque Ramis prefiere «que el transeúnte se pueda meter por ahí y se pueda identificar con el símbolo y el material, formar parte de la obra, y de alguna manera dar cabida a la vida dentro de la obra», algo que el agua impediría al «distanciar al espectador».
Todavía es pronto para saber una localización, aunque el escultor tiene claro que le gustaría que su creación estuviera «en un espacio público, de tránsito, como un parque en el que la gente pudiera ir tranquilamente con los niños» y que contara con «suficiente perspectiva porque al ser una obra grande debe haber una perspectiva lejana».
Donación
Queda mucho por hacer, desde el presupuesto hasta negociar su instalación, pero Ramis tiene claro que su financiación será a través de un crowfunding «para no depender de las instituciones».
Siempre teniendo en cuenta que «el artista no recibirá ningún tipo de compensación económica porque se trata de una donación», como no podía ser de otra manera para un agradecimiento sincero dirigido a todos los colectivos que han luchado en esta crisis y que ahora, a través de la unión de la comunidad, recibe un nuevo gesto en forma de Gracias.