«Siempre me sacan diciendo ‘la cultura no da votos', pero es verdad», reflexiona el actor Joan Carles Bestard (Palma, 1972), quien interpreta al gracioso sumo sacerdote Calcas en el musical La Bella Helena (basado en la Guerra de Troya). Esta adaptación de Offenbach ocupó la cartelera el pasado fin de semana del Teatro Bellas Artes de Madrid, donde colgó el cartel de «todo vendido». Bestard, profesor de primaria en Peguera, vecino de Es Capdellà y antiguo alumno de San José Obrero y Jafuda Cresques, anuncia que este verano volverá al Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida con otra obra.
¿Cómo se engancha al público para disfrutar del musical La Bella Helena?
—Lo más importante es haberlo actualizado, tanto a nivel musical como de texto. Jacques Offenbach era un compositor que hacía muchas operetas [la versión bufa de la ópera], un espectáculo más popular. Su obra más importante es La Bella Helena. Cuando a finales del siglo XIX estrenó el musical, lo criticaron porque entonces, como ahora, había mucho esnobismo y mucho purista, y no le perdonaron que se saltara las reglas de la ópera tradicional. Offenbach buscaba acercar sus espectáculos al pueblo. Y como no le dejaban estrenar sus operetas, se compró un teatro, y alcanzó el éxito total.
Que estrenaran La Bella Helena en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, es porque es una obra de calidad.
—En Mérida no escogen cualquier montaje. Hay que pasar unas pruebas. En 2017, en Mérida, representamos cinco funciones con 3.500 espectadores en cada una. La despedida del público fue apoteósica. Como actor, ahora cumplo 25 años de trabajo profesional, ver el teatro romano lleno en el que el público responde, impresiona mucho. Son intensas emociones y estas son muy difíciles de explicar.
¿La función se adapta al siglo XXI?
—Hacemos números exactamente igual que los montados por Offenbach: el famoso can can, la canción de amor de los protagonistas... La historia se mantiene, pero musical e interpretativamente, la hemos adaptado a la época actual.
Las críticas alaban a su personaje, el sacerdote Calcas, que aporta un punto de locura y humor sarcástico.
—Empiezo la representación con un monólogo del pobre Calcas, el sumo sacerdote del templo de Zeus, al que nadie visita ya porque se ha puesto de moda Afrodita. Está desesperado y busca la manera de atraer feligreses. Y encima tiene un problema: Zeus tuvo un capricho, le puso una piedra en la boca y se equivoca a la hora de hablar. En lugar de decir ‘es muy popular' dice ‘es muy papilar', en lugar de ‘oráculo' dice ‘culo'.
Y aporta chistes actuales relacionados con la política.
—Digo: ‘Es que no me entiende nadie al hablar. Ni tan si quiera el otro día que le tuve que explicar lo del finiquito al desgraciado ese de Hércules que es aquello del finiquito, en diferido, antes de finiquitar'. En Mérida decíamos ‘ni tan si quiera se enteró de lo que decía la sumo sacerdotisa Dolores de Cospe y Dal'. Y ahora es ‘la suma sacerdotisa Inés Arrimada al Sol que Más Calienta'. El de «Sé fuerte, Menelao, hacemos lo que podemos» no falla. Y es que al pobre le han montado, entre París y las diosas, un embolado tremendo, cuernos mediante.
¿Es difícil llevar La bella Helena a Mallorca?
—Tal vez hagamos temporada en algún otro teatro.
El cine y las series entraron en crisis en 2008, pero el teatro sobrevivió y goza de cierta salud.
—Aunque parezca un tópico, el teatro es muy caro de mantener. Tenemos un vestuario espectacular y subimos a escena 18 actores. El teatro siempre ha estado en crisis. A los políticos el teatro no les ha interesado nunca. ¿Qué votos van a arañar a la gente?
Pues la política cada vez tiene más de comedia.
—El Congreso de los Diputados para mí es uno de los mejores vodeviles que se han creado en los últimos años. Hace años era como aburrido, ahora es un vodevil malo. Uno trae la fotocopiadora, la otra el bebé... y ya tenemos la fiesta montada. Hoy en día hay mucho político que va a las Cortes a hacer el espectáculo. Antes, lo quitaba de la tele porque era aburrido, pero ahora me engancha porque los diputados me están dando los chistes hechos, y los aprovecho para Madò Pereta.
Y en Baleares, ¿la cultura goza de buena salud?
—Como actor me irrita mucho porque por ejemplo hasta ahora en Baleares hemos tenido un Pacte de gobierno y a mí me vendieron una moto que todavía no se ha puesto en marcha. El Pacte me vendió que sería un revulsivo cultural. Y aún es peor que lo de antes
Según muchos actores, el PP era sinónimo de no a la cultura, subida de IVA, subvenciones las mínimas...
—Es cierto. Pero la izquierda parece que se adueña de la cultura y que sin ella no existiría. Y yo le compro lo que me vende. Pero cuando abro el paquete está vacío.
Últimamente se han abierto muchos teatros en pueblos de Mallorca.
—A nivel de política cultural, es un error, porque todo pueblo quería tener su teatro como antiguamente. Campos, con los hermanos Fullana y su teatro privado, han conseguido que la gente acuda a ver montajes de calidad. Ahora, el centro cultural de Mallorca está en Manacor. Tiene un auditorio de 800 butacas y un teatro de 400, y los llenan siempre. Han sabido crear público. Lo que no puede ser es que las obras subvencionadas por el Consell sean gratuitas ó a 3 o 5 euros. Porque cuando tú vas con tu compañía profesional, pagando seguridad social y a los actores, y pones una entrada a 20 euros, la gente no acude.