El Palau de la Música Catalana acogerá en su temporada 2018-2019 un total de 116 conciertos y más de 50 actividades, entre ellas el regreso a la capital catalana del artista mallorquín Miquel Barceló que aspira a «cubrir» de barro el edificio para cambiar su piel, matizar su luz y convertirlo en una especie de cueva, usando el barro como material pictórico y primigenio, a la espera de ver los límites patrimoniales y económicos del proyecto.
El director general, Joan Oller, ha explicado que esta temporada tendrá como gran leitmotiv el concepto del «origen», entendiéndolo como fin y vuelta a empezar, con diferentes referencias musicales y también con el proyecto de Barceló: que regresará con el barro al origen de los pueblos y civilizaciones.
El director artístico adjunto, Víctor García de Gomar, ha dicho que Barceló, además de diseñar la imagen gráfica de la temporada del Palau, también presentará entre abril y junio una exposición con la idea de volver a la cueva y de negar el propio Palau y cubrir su luz, al estilo de su intervención en 2016 en la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), donde cubrió las vidrieras de barro.
La actividad de Barceló estará entre la «utopía, el sueño y la realidad», y ante su pretensión de cubrir el Palau y sus ventanales de barro e incluso las musas del interior de la sala, De Gomar ha dicho que habrá que ver los límites económicos y patrimoniales del Palau para analizar el alcance de esta intervención artística, que todavía debe materializarse y por ejemplo, no podrá invadir espacios protegidos como patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Dos conciertos con disparos de barro
Esta intervención también tendrá un componente musical en un diálogo con el Orfeó Català con dos conciertos performáticos el 8 y 9 de abril en los que disparará barro a los coros en escena, en unos conciertos de 50 minutos, que serán «de los emblemáticos».
Para estos conciertos, Barceló creará una «escultura sonora» basada en la cueva francesa de Chauvet, para él como una 'Gioconda', donde ha ido a grabar sonidos junto al compositor Pascal Dusapin al que ha encargado la pieza.
«Cerrando los ojos podremos recrear la cueva, las gotas y los ecos», ha resumido, haciendo que la piel del Palau sea distinta y se niegue a sus musas y a un espacios saturado de iconografía, borrándola y convirtiendo el espacio en cueva.