A punto de cumplir 71 años, la parca se ha llevado a Joan Cullell i Xirau, que eligió como nombre artístico Pere Tapias en homenaje a un pariente, y al que se recordará por su sentido del humor y su bonhomía, que proyectaba desde su perenne bigote y su inseparable gorra marinera.
El cantautor, gastrónomo y radiofonista Pere Tapias ha fallecido la madrugada de este sábado a los 70 años en el hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes (Barcelona) por una enfermedad hepática que le tenía ingresado en las últimas fechas.
Polifacético donde los haya, Tapias cultivó muchas facetas durante su vida, no en vano se licenció en Derecho, ejerció de abogado y fue el Defensor de la Ciudadanía de su localidad natal, Vilanova i la Geltrú, donde recibía a los vecinos en su casa para que le explicaran sus quejas.
Y en el campo artístico, se inició en la música con 18 años, cuando ofreció su primer concierto en el Centre Catòlic de Vilanova, aunque no publicó su primer disco hasta 1968, el sencillo La tia Maria/El progressista. Ese primer lanzamiento era ya una clara muestra de su dicotomía: el artista que combinaba el humor y la descripción costumbrista con la ironía, la sátira y la crítica social.
Esa primera faceta es la que le hizo más conocido, y la que le abrió las puertas de las casas de Cataluña, unida a un carácter distendido y bonachón, a una gran capacidad de comunicación y a una sonrisa debajo de un bigote y unos ojos vivarachos que le permitieron disertar sobre cocina en un sinfín de pueblos.
Y cuando Els Setze Jutges, «tan trascendentales», como este sáabdo decía Núria Feliu, no le admitieron en el grupo, él se lo tomó con una carcajada e incidió en un camino también popularizado por La Trinca, el de la sátira humorística.
No obstante, sus canciones más conocidas, La moto y Footing, no deberían ocultar una personalidad más poliédrica y compleja que centraba sus canciones en los antihéroes, criticaba el 'chaqueterismo' de los políticos, apostaba por cantar en catalán cuando estaba perseguido, compartía escenario con Ovidi Montllor, repartía caramelos de ternura en las letras o reivindicaba su ciudad natal y sus vecinos en Passeig del Carme.
Pero, además, Tapias fue un comunicador que conectó con la audiencia, ya fuera en Ràdio 4 o en Catalunya Ràdio, y también en TVE o en las emisoras locales, donde, como este sábado recordaban chefs como Carme Ruscalleda o Joan Roca, dejó constancia de su saber culinario y de su apuesta por recuperar la cocina de siempre.
Fue esta faceta, la del gusto por el buen comer, la que le llevó a superar los 140 kilos y a tener que hacer dieta por motivos de salud, proceso que plasmó en El plaer d'aprimar-se, donde con su retranca habitual pontificaba que, para adelgazar, era obligatorio seguir el régimen impuesto en un restaurante, nunca en casa, con la nevera propia al alcance.
Hombre cercano y curioso, Tapias era también una persona culta, con una ingente biblioteca, un defensor de la bicicleta como medio de transporte y un amigo de sus muchos amigos, los mismos que hoy le recuerdan con la misma sonrisa que él exhibió siempre.
La medalla de Vilanova a título póstumo, un programa de radio especial, una entrevista y un disco donde otros músicos interpretan sus canciones serán los próximos homenajes a una figura querida, socarrona y dicharachera que cambió las leyes por la cultura, es decir, por la vida.