Querido Paloma, te recuerdo un sábado por la mañana saliendo del metro de Callao, mirando despistada a tu alrededor, con un cigarrillo en los labios y poniéndote tus eternas gafas negras para entender el mundo y explicarnos los misterios del rock`n´roll. Como cantaba Loquillo, tu rompiste el silencio en las calles cuando a este país se lo comían, como hoy, el aburrimiento y la mojigatería.
Te buscaremos en la barra de cualquier bar y te encontraremos sosteniendo un 'roncola', con tu camiseta de los Smiths y tu chupa raída, mirándonos con esa sonrisa de niña mala que distingue a los rocanroleros de ley.
Gracias por llenar el corazón de tantos chavales de barrio, que nos hemos enamorado bailando las canciones que descubrimos en tu 'edad de oro'. Canciones que pusieron banda sonora a cada una de las golferías que nos han ido haciendo libres, al tiempo que levantaban una linda escalera al cielo, donde te imaginamos bajo los focos de un concierto interminable.