Segunda generación de una familia de músicos –su padre es el famoso guitarrista y compositor Gabriel Estarellas y su madre, Apolonia Pascual, se dedica a la enseñanza de la guitarra clásica–, él también ha construido su carrera sobre un instrumento de cuerda, el violín, que combina con la dirección de orquesta. Hablamos del mallorquín Gabriel Estarellas Pascual (Palma, 1977), un joven que triunfa y recibe premios en Suiza, donde reside, y en todo el norte y este de Europa. Por increíble que parezca, ha ofrecido conciertos en la Península en escenarios como el Auditorio Nacional o el Festival de Santander, entre otros, pero jamás ha tocado en Balears, a donde esta semana ha viajado para visitar a su familia mallorquina. Como intérprete, sus preferencias se centran en la música de cámara y es primer violín del Gabriel Estarellas Quartet, con el que ha grabado discos. Como director está al frente de la Joven Orquesta de Turgovia (Suiza) y la Orchesterverein Zürich.
—Resulta increíble que nunca haya actuado en Mallorca.
—Me fui de pequeño con mis padres a Madrid, donde estudié la carrera, y luego desaparecí porque me fui a Suiza a perfeccionar mis estudios. Todos los contactos los tenía en Madrid y con el cuarteto toqué mucho por la Península, en el Auditorio Nacional, en muchos festivales. Cuando venía a Mallorca lo hacía de vacaciones y no se dio ese momento, tal vez por desconocimiento, no sé, aquí no he tenido contactos.
—Pero siendo hijo del famoso guitarrista Gabriel Estarellas, que sí ha tocado en la Isla en muchas ocasiones...
—Soy una persona muy humilde y no voy hablando de mi trabajo. Mi padre es igual; somos gente discreta que hacemos nuestro trabajo lo mejor posible con mucho amor al instrumento, pero sería fantástico hacerlo. Como músico estoy contento porque no es fácil ir a un país que no es el tuyo y que te valoren, un país como Suiza, donde la música es importante y hay mucha competencia porque los músicos son reconocidos y los sueldos altos. Allí he recibido dos premios culturales, el último lo recogí en septiembre, uno a los jóvenes talentos y otro de la ciudad en la que vivo, Amriswil. Estos premios me han dado una inyección de emoción para seguir trabajando con fuerza.
—Supongo que sus padres estarán orgullosos de su carrera.
—Bueno, están contentos de que viva en Suiza por todo lo que está pasando en España. Lo que sucedió con la Simfònica balear, por ejemplo, o con otras orquestas de aquí, que lo han pasado muy mal; hablamos de muchos puestos de trabajo, no sólo de los de los músicos. Cuando te cargas una orquesta, te cargas una institución que ofrece mucho a una ciudad, que es un punto de referencia en cuestión artística; luego está lo que puede ofrecer a la juventud. En España, la educación musical se tendría que poner manos a la obra. En Suiza, como director de una orquesta joven, sigo luchando porque, aunque las cosas están mucho mejor allí, siempre pueden mejorar.
—La música educa en valores.
—Enseña disciplina, a trabajar en grupo, sacrificio. Cuando aprendes esto de joven son cosas que te quedan; además creamos público. La música siempre estuvo ahí, no nos podemos imaginar un mundo sin música; desde el principio de la humanidad cantaba el pájaro, ¿te vas a cargar al pájaro?
—Ha dicho que siguió las noticias sobre el conflicto que vivió la Simfònica en la pasada legislatura. ¿La conoce musicalmente?
—Algunos de mis viajes de vacaciones, además de hacerlos coincidir con los conciertos de mi padre en Mallorca, los hacía para escuchar a la orquesta. La he oído en Bellver, en Pollença, en la temporada de ópera. Es una orquesta con mucho potencial, pero necesita un teatro o un lugar propio para ensayar, para trabajar el sonido. Una orquesta crece gracias a donde ensaya. La Filarmónica de Berlín no sería lo mismo sin esa Berliner Philarmonie que la acoge.
—Cuenta que llegó a la dirección por casualidad y que entonces tuvo que formarse en esta disciplina. ¿Como se siente cuando empuña la batuta?
—A la hora de dirigir hay que aplicar una máxima, que algunos directores olvidan, hay que ponerse del otro lado, no olvidarse de los que están en la posición del músico. El trabajo del director se hace en los ensayos y cuando se llega al concierto hay que salir a disfrutar.
—Hablemos de su carrera de violinista, el inicio de todo.
—Por mis padres viví ese mundo de la música de estudio, sacrificio, así que todo surgió de manera natural. Toqué un poco la guitarra, pero el violín siempre estaba ahí, empecé muy pequeño. Mi padre decía que la guitarra, como instrumento de clásica, tenía poco futuro laboral.
—Parece que se ha decantado por tocar en cuarteto, más que como solista.
—En música hay que ser muy polivalente, abrazar muchas facetas, he tocado como solista, también tengo un grupo de alumnos a los que preparo para concursos. Me gusta la música de cámara, que también es muy solística porque son solistas que tocan juntos y tienen que respirar de manera muy equilibrada. Además, el repertorio es muy extenso, no lo tocarías en siete vidas.