Pocos artistas, muy pocos, tienen actualmente el tirón de Malú, como mínimo en Palma. Llenar la plaza de toros no es una hazaña al alcance de cualquiera. La madrileña llegó inmersa en su gira ‘Caos' y, según fuentes de la organización, más de 6.000 personas se agolparon anoche en el coso palmesano, más para exteriorizar su entusiasmo que para escucharla. O casi. Una densidad realmente asfixiante, sobre todo abajo, en la arena, donde se presagiaba algún desmayo que no se produjo al cierre de esta edición, aunque la noche prometía...
Desconocemos si Malú está a favor o en contra de los toros, pero saltó al ruedo dispuesta a hacer su particular ‘faena'. A vender todo el papel y a poner el tendido boca arriba sin desenfundar más acero que el de su micrófono, ni verter más sangre que la de los corazones rotos de sus canciones.
A las 22.00, con la puntualidad de un reloj suizo, las luces se apagaron y un inmenso griterío precedió la salida de la artista, recibida por un alud de flashes. Comenzó directamente con su último disco y esas 6.000 gargantas cantaron con ella ‘Cenizas'. Ya desde esa primera canción el recinto entró en movimiento. Nada de ir calentando poco a poco, la madrileña comenzó arriba del todo y ahí se quedó. Vestida de negro, como una princesa gótica, demostró que el virtuosismo vocal que la lanzó al estrellato ha evolucionado a la contundencia más minimalista de ‘Caos', el álbum de madurez que presentaba anoche en Ciutat.
Más que un concierto, la velada adoptó un formato ‘sing-along', se trata de la última sensación en el mundo del ‘show business', e indica que la gente acudió no para ver u oír sino para cantar, y a Malú eso le gusta porque no paró de animar a que lo hicieran con ella. Protagonizando un concierto relativamente previsible, en el que trenzó temas recientes con otros más antiguos respaldada por una buena banda, una magnífica realización videográfica y los gritos continuados de ¡Maluuu!, ¡Maluuu!..., que demuestran que cada una de sus canciones es un himno a compartir.