En las tertulias del bar Riskal de Palma, ubicado entonces frente al Café Lírico, Llorenç Villalonga conoció a los escritores mallorquines de posguerra. Allí, entre copas de coñac, cafés y tabaco, mucho tabaco, comenzaba a fraguarse el universo del autor de Bearn o la sala de les nines (1956). La Casa Museu Llorenç Villalonga de Binissalem lo reproduce en su reciente renovación y adaptación al siglo XXI y a las nuevas tecnologías. Este proyecto museográfico, dividido por espacios etnográficos, incorpora las traducciones de todos los contenidos al castellano, inglés y alemán, y se inaugura hoy, a las 18.00.
La visita a la casa, que abrió sus puertas en 1999, se distribuye en tres etapas. «En cada una remarcamos la importancia de una obra significativa», comenta Carme Castells, directora de la Fundació Cases Museu. El inicio del recorrido, que cuenta con una cita literaria en cada planta, es Mort de dama (1931), la primera novela de Villalonga, sátira de la Mallorca tradicional que posicionó al autor en el mundo literario y en el panorama cultural local. «Es la que revela a un gran narrador y a un controvertido escritor», continúa Castells.
En sus textos resuenan ecos de Marcel Proust, Valle Inclán y otros clásicos del pensamiento ilustrado.
Marcel Proust
En la puerta de cristal que da al jardín del domicilio hay un vinilo de un gato negro. «Siempre eran negros y a todos les llamaba igual, Moix, excepto al último, Proust», explica la directora para justificar la influencia del novelista, autor de En busca del tiempo perdido, en Villalonga.
De forma paralela al desarrollo de la museografía, la Fundació trabaja en la creación de una innovadora aplicación para teléfonos móviles que servirá de autoguía, con contenidos ampliados para el visitante.