El récord mundial para Sorolla en subasta, que se adjudicó en Sotheby's de Londres en 2011, es uno de los logros de Carmen Reviriego y su equipo de asesoramiento para coleccionistas en el mercado del arte. Presidenta de Wealth Advisory Services, Reviriego confiesa que se dedica a una profesión que «me apasiona». Esta fue la razón que le llevó a dar a conocer los secretos y entresijos de este mundo en el libro El laberinto del arte. ¿Cómo construir un patrimonio artístico? ¿Cómo saber dónde poner el ojo a la hora de comprar? Reviriego responderá hoy a estas y otras cuestiones en el Museu Es Baluard de Palma, a las 20.00, en la presentación de este volumen dentro del programa Col·leccionisme i Mecenatge.
—¿Qué mueve a una persona a convertirse en coleccionista de arte?
—La pura pasión. La primera motivación es pasional, emocional, le apasiona el arte. Hay muchos otros aspectos que mueven a coleccionar arte, porque el arte tiene muchos atributos. Por ejemplo, desde el punto de vista social es algo que te imprime cultura, te imprime diferenciación.
—Cuando se empieza a coleccionar y a adquirir obras de arte, ¿cómo saber dónde poner el ojo para no equivocarse?
—A coleccionar se aprende coleccionando, y a apreciarlo se aprende mirando. El arte requiere la compresión, sobre todo cuando hablamos de un arte más contemporáneo. Es una misión que requiere entreno, que te viene de mirar y mirar... Se empieza poco a poco y luego no lo puedes dejar, el coleccionismo engancha.
—¿Qué busca en realidad un coleccionista cuando adquiere nuevas obras?
—Depende de la propia ambición del coleccionista. Cuanto más importante y más se pague por una obra, más atributos se encuentran en esa pieza. Esa es una buena inversión, ¿por qué no? El arte es un valor muy seguro y estable, ha demostrado en los últimos años que la rentabilidad a través de la buena inversión en arte es muy aceptable.
—¿Cómo se valora y pone precio a una obra de arte?
—La valoración del arte depende de dos aspectos: lo que se ha pagado por una obra de ese mismo artistas de características, temática o soporte similar, y un criterio irracional, porque son piezas únicas. Cuando un artista crea, la misión del galerista es que trascienda, que se consagre y acabe en un gran museo, y la labor del coleccionista también es decidir dónde acabarán las obras. Un coleccionista importante tiene buena relación con los museos. Patricia Phelps de Cisneros tiene lazos con el MoMA y el Reina Sofía; la baronesa Thyssen con el suyo, y Eduardo Costantini con el Malba de Buenos Aires, que es suyo, por ejemplo. Un galerista sabe que si una obra acaba en manos de estos coleccionistas, ésta puede ir a un museo. Tener dinero no es suficiente para el coleccionista.
—Artista, galerista, coleccionista... ¿Cuál de estos agentes que interviene en el mercado es el menos beneficiado?
—Desde el punto de vista económico, el galerista de verdad es un romántico, es una labor muy difícil y vocacional, puro amor a los artistas.
—Se han batido varios récords en subasta en los últimos años... ¿El mercado del arte no entiende de crisis?
—El mercado del arte es el más globalizado del mundo, no atiende a coyunturas locales o crisis económicas, está vinculado a la riqueza, que no ha dejado de crecer.
—En España no ocurre lo mismo...
—España ha decrecido en cuota de mercado de un 0,9 a un 0,6 por ciento. Las razones son tres: las políticas educativas no han apoyado el arte en las escuelas desde 1975; en el aspecto fiscal, España no ha sido competitivo, y, por último, el gran patrimonio español no confía en el arte como inversión, se ha focalizado en inversiones bursátiles y el inmobiliario.