La asociación Xarxa Cinema rescató el Renoir de su desaparición, «para que la vida siga siendo como es», sopesa espontánea, la actriz Ángela Molina (Madrid, 1955), ayer en la librería Literanta de Palma. Horas después ofrecería un coloquio en el resucitado CineCiutat, tras presentar Memorias de mis putas tristes (Henning Carlsen), un «cuento de reflexión» que, «como la lluvia, te lleva donde pretende sin que te des cuenta».
La cinta, adaptación de la novela de García Márquez, narra el enamoramiento entre El sabio, un anciano soltero columnista de un periódico de provincias y una prostituta adolescente. El personaje de Molina, también meretriz, lo interpreta su hija Olivia cuando es joven. Al cabo de una vida entera, El sabio y Molina resuelven encontrarse sin saberlo, el destino les vuelve a unir.
Para concebir el papel, junto a su hija, «desarrollamos ese espacio que proporciona nuestro trabajo, que es tan grato, ¿no?, el poder fantasmar, recrear algo en torno a una persona que te parece que no conoces, pero que resulta que eres tú». Ángela Molina, con cinco nominaciones a los Goya, reconoce el deseo de construir un largometraje sobre la vida de su padre, Antonio, hasta que triunfa. «Lo que nadie conoce, cómo era él antes de ser de todos. Incluso Manuel Gutiérrez Aragón creo que puede hacer genial la historia de ese niño».
En Blancanieves (Pablo Berger), Molina interpreta a Concha, la abuela de la protagonista del cuento de hadas reconvertido en un filme mudo y en blanco y negro que resulta «imponente, con una imagen que se te queda en la retina para siempre».
Miedo
Ella, buena oradora, pone énfasis a las palabras que busca remarcar, gesticula, se recoge la melena, entraña. También escucha, frunce el ceño para atender. No existe el temor para Ángela Molina cuando acepta un guion. «No hay espacio para el miedo cuando haces algo, te lanzas sin red». Palabra de un «rostro clave e indispensable de la cinematografía española», según la Academia de Cine, un icono, una mujer entrañable, sobre todo en las distancias cortas: Ángela Molina Tejedor.