Julia Navarro (Madrid, 1953) es una de las firmas de más éxito del panorama editorial español, bestseller desde su primera novela. Para preparar su quinta libro, aparcó la profesión que ha marcado su vida: el periodismo. En Dispara, yo ya estoy muerto (Plaza & Janés, 2013), la autora cuenta en casi mil páginas la historia de varias generaciones de judíos y árabes en territorio palestino antes de 1948, un relato que arranca a finales del siglo XIX y que pasa por ciudades como San Petersburgo, París o Jerusalén. Julia Navarro se encuentra en la Isla para encontrarse con los libreros, una figura que «hay que proteger».
—Visita la Isla para tomar contacto con los libreros. ¿Qué tipo de relación establece con ellos?
—Es muy interesante hablar con los libreros, ellos son, en definitiva, los que sacan tu producto a la calle. Mantener el contacto con ellos y apoyarles es imprescindible.
—Empieza su libro con una cita: «Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse uno mismo es muriendo o matando». Creo que resume el relato, ¿está de acuerdo?
—Es en buena parte el leitmotiv de la novela. Yo no lo comparto, pero mis personajes tienen vida propia. La novela trata cómo las circunstancias nos marcan, y de cómo todos venimos al mundo con un pack que no hemos elegido.
—Lo que parece una novela histórica al uso se convierte en una gran historia de personajes. ¿Cuál era su intención al trazar el libro?
—El momento histórico es sólo un escenario, no me interesa que la historia cubra la intrahistoria. Me interesan los personajes y el conflicto de esas personas sumidas en todos esos parajes.
—Sus protagonistas intentan hacer frente a su destino, aunque al final quizás sea imposible. ¿Quería lanzar ese mensaje positivo?
—Es una novela llena de vida, y de sufrimiento, los lectores dicen que es muy dura, pero dejo abierta una puerta a la esperanza.
—Da la impresión de que conoce bien los parajes que ambientan el relato. ¿Cómo se documentó?
—He estado en todos esos lugares, nunca escribo de escenarios que no conozco. He tenido la oportunidad durante muchos años de viajar gracias a mi trabajo de periodista.
—El título se entiende cuando uno cierra la última página...
—Está todo en ese título, pero el lector no lo puede entender hasta que no llega a ese último párrafo, es un guiño al lector, un regalo.
—Su éxito editorial ha hecho que aparque su faceta periodística. Además, lo deja en un momento terrible para el sector...
—Dejo el periodismo en un momento de crisis, de despidos... Las empresas periodísticas cometieron un error garrafal al regalar sus contenidos en Internet, pero creo en la convivencia entre papel y digital. Aún así, el placer de leer en papel no te lo da una pantalla fría.
—¿Qué futuro cree que le espera a la prensa escrita?
—No creo que el papel vaya a desaperecer, como muchos se atreven a aventurar, ya sean libros o periodicos. Creo que se equivocan.
—¿Qué opina de la reciente Premio Cervantes, Elena Poniatowska?
—Es una grandísima escritora, crítica y capaz de dar voz a quienes no la tienen. Me parece increíble que sea sólo la cuarta mujer que lo gana. De hecho, que le den el premio a una mujer y que se destaque por ello en una noticia es una anomalía muy grave.