El inspector sin nombre, que ha acompañado a Eduardo Mendoza en las cuatro novelas negras que ha escrito desde los inicios de su carrera, se presentó ayer ante el público del Festival de Pollença a través de las voces del propio Mendoza y la actriz Rosa Novell en un recital en el que ambos estuvieron acompañados por el músico y compositor Joan Valent.
«Éste evento es una continuación de la intervención del curso de novela negra que impartimos estos días», explicaba Mendoza poco antes de comenzar la actuación ante cerca de 200 personas. Al subirse al escenario, ubicado en el patio del hotel Son Brull, adelantaba que «hablaré tanto de la figura del inspector, como de la novela y su escritor», tras lo cual comenzaba el recital con un extracto de Sin noticias de Gurb, que «sin ser una obra policíaca, refleja la búsqueda que haría cualquiera cuando busca a alguien, algo que no suelen hacer ni detectives ni escritores».
Rosa Novell llevaba el peso dramático de las situaciones literarias mientras Mendoza participaba, sobre todo en los diálogos, siempre con los sonidos de fondo que emitía el piano de Valent.
Con el pretexto de que «un detective se basa en que todo el mundo habla si se le deja», leyeron un fragmento de El misterio de la cripta embrujada. Tras este primer extracto, un relato de la novela El laberinto de las aceitunas quiso hacer constar que «el investigador se mete muchas veces en sitios donde no sabe lo que realmente pasa para saber qué pasa realmente, un poco como el autor cuando crea una novela».
Cada una de las irónicas situaciones descritas en las novelas se vieron correspondidas por las risas del público.
La cuarta parte le sirvió al escritor para explicar cómo «llega un momento en el que el detective no tiene necesidad de preguntar, porque todos quieren explicarle cosas y lo mismo le pasa al escritor que, con el tiempo, se deja llevar por lo que las novelas le dicen». El texto con el que apoyó este argumento forma parte de La aventura del tocador de señoras.
Antes de la última intervención, Mendoza aseguraba que «con los años, el escritor se convierte en un escriba de sí mismo», tras lo cual procedieron a leer un fragmento de El enredo de la bolsa y la vida, la última novela negra que ha escrito.