El escritor, jurista y político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, nacido en Gijón en 1744, fue una figura histórica vinculada a Mallorca, pues pasó siete años prisionero en la Isla. En ese tiempo continuó escribiendo, en la medida en la que le era posible, sus diarios, de los que se ha nutrido el investigador y profesor de la Universidad de Oviedo, Javier González Santos, para reeditarlos, esclareciendo los escritos y añadiendo aclaraciones, en el libro Diario, 3º , octavo tomo de las Obras Completas de Gaspar Melchor de Jovellanos .
Javier González Santos ha culminado su visión de los diarios de Jovellanos con este volumen, que recoge el período comprendido entre 1791 y 1810, en el que destaca el tiempo de cautiverio en Mallorca. «Por sus escritos, de los cuales se han perdido algunos, se puede entrever que su estancia en Mallorca le motivó, dándole ganas de vivir». El estudioso añade que «el libro no habría sido igual sin la colaboración del investigador mallorquín Jaume Llabrés, a quien debo mucho, así como a la ayuda de la historiadora Aina Pascual y el fotógrafo Donald Murray».
El capricho de la reina María Luisa de Parma llevó a Jovellanos, en 1801, a la Cartoixa de Valldemossa, a cumplir prisión, donde describió su estancia en sus diarios. «La permanencia debió ser parecida a la que pueden hacer hoy en día los turistas rurales, pero más larga», comenta el autor. «Los monjes permitían a Jovellanos libertad de movimiento, y visitar algunos lugares de la Isla».
Conocida la permisividad de los monjes, el rey Carlos IV decidió trasladar al preso al Castell de Bellver, donde, debido a su mala salud, consiguió ampliar sus libertades, como pasear por los alrededores del castillo. Además, contó con una celda con alcoba y salón, y un séquito compuesto por un mayordomo, un lacayo, un cocinero y un secretario. Este último fue el que registró las vivencias de Jovellanos durante estos años. «El periodo entre 1806 y 1807 es muy interesante, habla de la sociedad cultural a la que tenía acceso gracias a las tertulias que ofrecía en su alcoba, donde concurría la nobleza palmesana».