Han subido las temperaturas y el hollín acumulado en la bóveda central de la cocina del Castell de Bellver empieza a chorrear por las paredes y a gotear directamente sobre el suelo y, con un poco de mala suerte, sobre cualquiera de los turistas que visitan la zona. Quince años después de que se eliminara la chimenea central, -lo que ha dejado a la vista esta gran mancha adherida a la piedra- por fin se ha redactado un proyecto para la limpieza de esta zona, aunque su ejecución está pendiente de financiación. Desde el Ajuntament, se ha solicitado una partida del 1% cultural autonómico y el coste de la rehabilitación asciende a 140.000 euros.
Las paredes de la cocina, situada en la planta superior del monumento, se limpiaron en varias ocasiones, «pero no están documentadas», explica la directora, Magdalena Rosselló, quien sí detalla que esas intervenciones se ejecutaron «con criterios diferentes», algo que se puede apreciar en los acabados.
Después del desprendimiento de material de una rehabilitación de 1947 en esta bóveda central, además de observar que uno de los sillares se había desplazado, «se encargó un informe sobre la estabilidad y el resultado fue muy favorable». Rosselló opina que hay que acabar con el goteo de hollín, aunque se pierdan esos restos del pasado que son el único elemento que hoy recuerda que allí hubo una cocina. «Si no la sala no podrá seguir abierta», sentencia.
El proceso será muy cuidadoso porque bajo toda esta suciedad cabría la posibilidad de que se encontrara algo de policromía, aunque, según los estudios realizados, parece que no sería el caso.
En esta zona del museo de la ciudad se muestran piezas sencillas, como vasijas y ollas, y algún elemento relacionado con la cocina, como cucharas y cazos. La pieza más grande es una maqueta del bosque de Bellver.