Amaral reconvirtió ayer la plaza de toros de Palma, transformó el espacio con un entelado de terciopelo rojo.La formación zaragozana daba la bienvenida de esta forma a su público, muy animado desde la apertura de las puertas pese al calor y la humedad con los que se presentaba la noche.
Con Kamikace, de su último disco, Gato Negro, Dragón Rojo, subían a la hora prevista al impactante escenario, el mismo que el pasado año ya trajeron a Mallorca.
El público se entregó desde el primer tema a la música de la formación encabezada por el tándem Eva Amaral -Juan Aguirre, en un concierto que ya les hizo planear por los escenarios palmesanos el pasado año por estas mismas fechas, en la gira de presentación de su último corte discográfico, Gato negro, dragón rojo.
Eva, con vestido negro corto, y Juan, con tejanos y camisa negra abierta, fueron presentando a sus seguidores algunos temas de otros trabajos discográficos, como Toda la noche en la calle o El universo sobre mí.
Con un apostillamiento musical penetrante y reflexivo, que les ha granjeado el aliento de la facción más independiente de los adeptos al pop, amén de la abrumadora incursión en terrenos abonados por las radiofórmulas, Amaral ocupa un lugar de gran relevancia en la comunidad musical hispano parlante.
Tras más de una década de recorrido musical pesando sobre sus lomos, la lucidez, preponderancia y proximidad de sus temas sigue manifestándose tan fresca como en sus inicios, y es que este portentoso binomio musical salta con agilidad felina del pop al rock, soul, o folk, permitiéndose incluso coquetear con líneas sencillas de sintetizador. Ingredientes con los que cocinan nanas modernas para estos tiempo difíciles, preñadas de un intrépido, desgarrador y audaz magnetismo, que hacen suyas sus acérrimos entonando el karaoke generalizado que se desprende de sus entregas discográficas, y que en directo se manifiesta arrollador. No en vano, para el público resulta sumamente fácil descubrirse espejado en las letras de la banda, que retratan las diferentes postales emocionales que subyacen en lo cotidiano, cristalizando los miedos, ilusiones y anhelos de toda toda una generación que, irredenta, se abraza a su música.