AGENCIAS - ESTOCOLMO
La Academia Sueca concedió el Premio Nobel de Literatura a uno de
los favoritos, el sudafricano John Maxwell Coetzee, actualmente
profesor en la Universidad de Chicago. Coetzee fue distinguido por
la sólida composición de sus novelas, por sus diálogos y su
brillantez analítica que lo llevan a una dura crítica del
«racionalismo cruel y el moralismo cosmético de la civilización
occidental». Según la Academia, el interés de Coetzee se centra en
situaciones en las que «la capacidad de distinguir entre el bien y
el mal puede ser vista como algo que, a fin de cuentas, no
ayuda».
Otra sudafricana, Nadine Gordimer, ya obtuvo el Nobel en 1991. Pero este autor de complejas y desgarradoras novelas sobre la Sudáfrica posterior al «apartheid» es muy distinto al de Gordimer. Su obra le lleva, a veces, a ser menos «políticamente correcto» que Gordimer, sus preocupaciones rebasan los límites de los problemas sudafricanos y hacen que su obra se convierta en un diálogo continuo con temas y motivos de la literatura occidental.
El tema del mal y de lo demoniaco atraviesa prácticamente la totalidad de su obra en algunos de sus textos, como en «Esperando a los bárbaros», en el que sigue la tradición abierta por Joseph Conrad, es el idealismo ingenuo el que termina abriendo las puertas del horror. En «Desgracia», también aparece el tema del mal. En otras obras, como «Vida y época de Michael K.», que hunde sus raíces en la tradición del absurdo de Kafka y Becket, aborda la negación de la lógica del poder a través de la indiferencia.