La noche empezó con un reto. «La viuda alegre» tenía que ser capaz de enamorar al exigente público mallorquín, poco dado a aplaudir efusivamente. Sus armas eran una buena música, unos buenos solistas y una historia entretenida. Mucha gente guapa, muy elegante, se sumó al desafío y se dejó seducir por las impresionantes voces de René Kollo y de Izabela Labuda, Danilo y la viuda en la obra. El motivo: conmemorar el décimo aniversario de la Asociación Austríaca de Amigos de Mallorca. Una larga cola hacía prever, media hora antes de que empezara la función, el éxito de asistencia de «La viuda alegre». Ellas, vestidas con sus mejores galas, lucían trajes a veces llamativos y, otras, discretos. De esta manera, el negro se mezclaba con descaro con el fucsia más llamativo, mostrando las dos caras de una misma moneda: la seriedad y la alegría. Dos caras unidas para disfrutar de una noche mágica.
Los hombres, por su parte, vistieron de manera clásica. El evento se convirtió en un desfile de fracs y esmoquins que dejaron de lado, por un día, la informalidad de los vaqueros. Se vieron algunos vaqueros pero fueron bastante discretos. Entre el público destacó la presencia de un elevado número de personalidades, representadas, en su mayoría, por el mundo político. De esta manera, se pudo ver a Jaume Matas, presidente del Govern; Catalina Cirer, alcaldesa de Palma; Francesc Fiol, conseller de Cultura del Govern; Dolça Mulet, consellera de Cultura del CIM; Francisca Bennàssar, teniente de alcalde de Ciutat; y Àlvaro Gijón, concejal de Trànsit i Transports, entre otros. También estuvo presente Joan Fageda, ex alcalde de Palma y actual diputado del Parlament. Todos fueron recibidos en el hall del Auditòrium por Josef G. Egger, el presidente de la Asociación Austríaca de Amigos de Mallorca. Entre el público, destacó la presencia del galerista Joan Guaita; el pianista Joan Moll y de Llorenç Huguet, presidente de Sa Nostra, entre otros muchos nombres.
La opereta empezó puntual. La soprano Marcela Cerno y los solistas Miroslav Dvorsky, Klaus Ofczarek, Wilhelm Schupp y Franz Bernd Mitterer abrieron la función. Una función que estuvo arropada por los miembros de la Orquestra Simfònica de les Illes Balears y por el Cor de la Fundació Teatre Principal. Después, llegó el turno de la viuda y, más adelante, el de Danilo, quien salió a escena desde el público. Al final, la opereta de Franz Lehár logró superar la prueba, encandilando tanto a los espectadores más entendidos como a aquellos que, por primera vez, se enfrentaban a una ópera. «La viuda alegre» enamoró al Auditòrium, dejándose seducir por los encantos de un público totalmente entregado.