Unos 60 óleos y dos grandes instalaciones tridimensionales conforman la exposición antológica dedicada a la obra del artista Josep Guinovart desde 1948 hasta hoy, que incluye algunas piezas poco conocidas que abrieron nuevos caminos en su trayectoria artística. La exposición, que se podrá ver hasta el próximo 26 de mayo en el edificio de La Pedrera de Gaudí, recoge la evolución del artista. Guinovart confesó ayer que «siempre me ha interesado mucho el espacio expositivo y, en esta ocasión, el edificio de Gaudí, un arquitecto que me impactó desde el principio cuando conocí La Pedrera o el Parque Güell».
Su entusiasmo por Gaudí se hace extensivo a los oficios que rodean la obra de Gaudí, «los yeseros, los herreros o el sentido anticipado del collage cuando coloca un plato en una pared». De esa admiración han surgido las dos instalaciones realizadas por el artista para esta ocasión. La obra expuesta retrata asimismo las influencias personales de Guinovart como Joan Miró, Picasso, García Seguí o el músico de jazz Dizzie Gillespie.
La obra, dominada por «una constante evolución», en palabras del comisario, se mueve entre un cierto primitivismo y el arte de vanguardia, entre el figurativismo inicial con rostros muy cercanos al arte medieval, y el informalismo, las corrientes abstractas, el «assemblage o collage» o el muralismo. En todo ese recorrido vital y plástico varios elementos se van repitiendo como los números, las cruces, el azúcar o el recurso a los elementos de deshecho. El carácter social está también presente en su obra como en «El retablo de Jerusalén» (2001), en el que Guinovart sitúa balas, tirachinas y tres huevos, o en «El entierro del Guernica II» (1982-1986).