Piedras, containers con escombros, obras, siglos de historia, coches, despreocupación. Si combinamos todos estos ingredientes lograremos un resultado: el estado del legado judío en Palma, hoy. Este colectivo llegó a Ciutat antes que los cristianos pero, años y años después, nadie diría que, en el casco antiguo, existió uno de los calls (barrio) más importantes del Mediterráneo. Es decir, del mundo conocido de aquella época. «ARCA Llegat Jueu» denuncia esta situación. Quiere que este patrimonio no desaparezca.
Cuando Jaume I llegó a Mallorca, en 1229, se encontró con un aliado inmediato: los judíos. Vivían en dos zonas. La elite, en la calle Palau. Los comerciantes, en la calle Sant Bartomeu. Se dice que allí había una sinagoga. ¿Algo indica que esto existió? Nada. Poco tiempo después, Jaume I decidió construir el convento de Santo Domingo en el mismo lugar en el que vivía esta elite. A cambio, les ofreció otro lugar: es Call. «Al principio de lo que ahora es el carrer des Call, había una puerta que se cerraba cada noche. Estaban obligados a pernoctar allí, no podían salir», explica Rosa Planas, experta en este pasaje de la historia palmesana. Ella y Gloria García son socias de ARCA.
Nos ofrecen un recorrido por la historia y el legado judío de Ciutat, 900 años de vivencias. El perímetro des Call Jueu estaba delimitado por el convento de Santa Clara, el de Sant Francesc y el castillo del Temple. Si se camina por entre las callejuelas, todavía se pueden observar las características de aquella época. «Las calles son estrechas y sinuosas, las paredes lisas y altas», dice Planas. 5.000 personas vivieron en esta ciudad dentro de la ciudad, un ente autónomo con su administración propia, sus leyes y sus ordenanzas, pero siempre sometido a la autoridad del rey.