Los miembros de bandas latinas como Trinitarios o Dominican Don't Play, predominantes ya en toda España y no solo en la Comunidad de Madrid, se incorporan cada vez más jóvenes, con edades desde los 12 o 14 años, según explican los expertos de la asociación Gestión de la Integración Social (GINSO).
Según señalan, en España el fenómeno de las bandas latinas surge en los años 2000 como una unión entre jóvenes de origen iberoamericano que encontraban dificultades para encajar en la sociedad española y buscaban sentido de pertenencia en grupos con los mismos intereses.
En la actualidad, los integrantes de estas pandillas, en muchos casos de origen español, «se unen a ellas idealizados por su atractivo, las perciben como una forma de conseguir bienes económicos, estatus y la atención del sexo femenino». También existen ciertos jóvenes que se unen a estas organizaciones por presión o necesidad de protección.
Los Centros de Internamiento para Menores Infractores tienen un papel fundamental en la integración de estos jóvenes en la sociedad. Aproximadamente, el 90% de los adolescentes que pertenecen a agrupaciones juveniles violentas se reinserta tras pasar por medidas de internamiento, según datos de la Comunidad de Madrid, según datos de GINSO.
«El perfil de estos jóvenes suele ser muy parecido, adolescentes con problemas en casa y con poca supervisión de sus padres que han idealizado a la organización y trivializan la violencia. La ventaja de los centros es que se les saca del contexto originario y desde este punto de partida hay más facilidades para trabajar su autoestima y su odio. Otro punto positivo es que los miembros de ambas bandas conviven y realizan actividades juntos, lo que permite que no se vean como enemigos y entiendan que no hay diferencias entre bandas», explica Carlos Benedicto Duque, doctor en Psicología y coordinador técnico de centros y miembro de la Comisión Rectora de esta asociación.
Mayor presencia en villaverde, tetuán, ciudad lineal y vallecas
Las bandas, localizadas en zonas de la capital como Villaverde, Tetuán, Ciudad Lineal o Vallecas, están muy jerarquizadas y cuentan con una estructura formada por subgrupos que se reportan entre ellos y están liderados por varios miembros.
Los jóvenes entran en la organización a través de una prueba iniciática que se basa en la agresión a miembros de la banda contraria, la filtración de información o la comisión de delitos menores.
Aunque la mayoría de los integrantes son varones, las mujeres han tomado un papel más activo en las organizaciones, llegando a juramentarse con las leyes de la banda. Las funciones de las jóvenes son principalmente de captación de información, intendencia y participación en labores menos violentas. No obstante, en ocasiones sus roles tienen mayor riesgo cuando son obligadas a infiltrarse en bandas contrarias o incluso a ejercer la prostitución con miembros de la propia organización.
Los expertos también señalan que todos los integrantes pagan una cuota al grupo para comprar drogas y armas con las que llevan a cabo sus actividades delictivas como robos o «cacerías» contra bandas contrarias.
Asimismo, establecen normas basadas en la hermandad, el respeto entre miembros y el odio al contrario. Estas normas tienen una inspiración literaria o pseudoreligiosas y normalmente van acompañadas de una jerga y simbolismo específico. La captación de miembros se suele realizar en zonas frecuentadas por adolescentes como parques, zonas recreativas o institutos. Actualmente, las redes sociales juegan un papel muy importante en el reclutamiento de estas bandas, lo que complica la labor policial a la hora de detectarlas.
«Gran parte de los jóvenes que se unen a los Trinitarios o a los Dominican Don't Play idealizan a la organización criminal y no son conscientes del riesgo que corren al verse implicados en reyertas que pueden causarles heridas muy graves o incluso la muerte», señalan. Asimismo, estos jóvenes desconocen las dificultades que pueden encontrar al intentar salir de la banda.
«El proceso para salir de cualquier banda latina es muy complicado y va directamente relacionado con la posición que ostenten dentro de ella. Aquellos miembros que ocupan un cargo alto dentro de la organización se encontrarán con mayores dificultades para salir, ya que su seguridad estará en peligro por posibles amenazas de su propia banda y de la contraria, que aprovechará la desprotección», señala el informe.
En casos extremos «donde no hay posibilidad de huir de la organización de forma segura, recomendamos que se cambien de ciudad junto a sus familiares y empiecen una nueva vida. Por otro lado, los estratos más bajos encuentran mayores facilidades para alejarse, puesto que no tienen un rol determinante y son desconocidos para sus enemigos», añade Benedicto Duque.