En sus doce años en activo, Dorian no ha parado de crecer, un proceso que culminó con una metamorfosis en La velocidad del vacío, álbum que amplió su paleta de colores y que, sin abandonar las atmósferas cabizbajas del synth pop, incorpora una sección rítmica más contundente, capaz de facturar una nueva generación de himnos atemporales.
Los barceloneses mantienen esa extraña habilidad para sonar radiantes por muy oscuros que sean sus argumentos, un toque muy The Cure, con quienes comparten devoción por el color negro, tanto en su habitual indumentaria como en los motivos de sus canciones: sueños rotos, caminos sin retorno, desasosiego crónico y, recubriéndolo todo, un fino nihilismo. Aunque el nihilismo que suministra Dorian persigue un único fin: exorcizar sus demonios en la pista de baile.
Malos tiempos para la lírica y, pese a todo, en la suya cabe prácticamente de todo. La Llamada es lo último de Ismael Serrano, el cuaderno de bitácora de un eterno seductor en busca de consuelo. El cantautor madrileño presentará sus nuevas píldoras ilustradas en el Auditòrium de Palma el 8 de diciembre.
En su noveno álbum de estudio, Ismael Serrano inicia la búsqueda de un sonido que remueva el alma y la conciencia, pero sin abandonar el vuelo poético que arraiga en sus canciones. Aunque no lo pretende, muchas de sus letras incomodan porque meten el dedo y hurgan en la herida, canciones sin bozal ni término medio que son auténticas pistas de lo que se cuece en su interior. Nueve discos después, el registro musical de Ismael Serrano ha evolucionado pero no se puede decir lo mismo de su lírica, que sigue invitando a la reflexión pero sin adoctrinar.
El cuarteto catalán regresa a la isla para presentar su cuarto trabajo de estudio, Jo competeixo, integrado por once cortes que picotean de aquí y allá para conseguir encajar nuevamente en la cima. Pese a rechazar su rol hegemónico, Manel es el ejemplo más gráfico del triunfo de la nueva generación de bandas catalanas, capaces de trascender las barreras lingüísticas y plantarse en Madrid colgando el cartel de no hay entradas. La culpa la tiene un repertorio bendecido con una fina ironía y equivalentes dosis de cotidianeidad y optimismo.
Los 70 exhalaban su último suspiro cuando el músico argentino destapaba el frasco de las esencias con Tequila, una banda de pop-rock fresco y juvenil de cuidada factura. No hay duda de que estamos ante una de las figuras claves de la música cantada en castellano. Durante casi cuatro décadas, Ariel Rot se ha mantenido fiel a sus orígenes, alternando inspiración y oficio para encajar pedazos de rock en un mapa sonoro por el que circulan también folk, swing y cumbia.