En la última década, late en el interior del mundo educativo un movimiento de cambio, de necesidad de innovar y reformular los esquemas tradicionales para dar con un paradigma adecuado a los desafíos del tiempo presente. Los profesionales de la Educación viven este momento con la convicción de que deben «preparar a los alumnos para un futuro incierto», motivo por el cual «es necesario incorporar metodologías de trabajo que fomenten la comunicación, el pensamiento crítico, la creatividad, la capacidad de resolver problemas, de tomar decisiones y de trabajar en equipo», afirma la profesora de Lengua Inglesa de los grados de Educación de la Universitat Abat Oliba CEU (UAO CEU), Agustina Lacarte.
En este contexto de renovación, emerge con protagonismo propio el denominado aprendizaje basado en proyectos (ABP). Dado que se trata de una metodología formulada a principios del siglo pasado por el pedagogo William Heard Kilpatrick (The Project Method: The Use of the Purposeful Acti in the Educative Process), cabría preguntarse por qué ha cobrado tanta actualidad en los ambientes educativos. El profesor de Innovación Educativa y TIC de la UAO CEU, Ferran Gandol, explica que la democratización en el acceso a la información asociada a la irrupción de internet «ha cuestionado en cierta medida el qué y el cómo aprender. Teniendo en cuenta el contexto actual, es esencial dedicar esfuerzos al cómo acceder, analizar e interpretar la información, aspectos que son pilares del aprendizaje por proyectos». A ello cabría añadir, en el caso de nuestro país, la realidad del fracaso escolar, que recomienda hacer todo lo posible por «no deteriorar el deseo de aprender del alumnado».
¿Qué aspectos definen a la metodología del ABP? Desde el punto de vista subjetivo, comporta una asunción de mayor protagonismo por parte del alumno. Éste pasa a «participar activamente de su propio aprendizaje. El profesor plantea un problema real a los estudiantes y éstos, de manera colaborativa, deben analizar las distintas formas de resolverlo», apunta Lacarte. El aspecto experiencial es, por tanto, definitorio de esta metodología. Una experiencia que debe estar orientada a la adquisición de «aprendizajes significativos», subraya Gandol, e integrada dentro de una visión del conocimiento como algo no fragmentado y de un currículum compuesto «a partir de temas y problemas emergentes», destaca este profesor. Experimentación pedagógicamente relevante, conocimiento integral y vinculación con la resolución de problemas reales son los caracteres que distinguen a esta metodología cuando es aplicada correctamente.
Por sus características, el aprendizaje por proyectos se relaciona directamente con la capacitación competencial y permite salvar las lagunas de una noción excesivamente teórica y bancaria del saber. Como apunta Gandol, el ABP «promueve de manera sistemática competencias que suelen caer en el olvido o en la no sistematización, como son la competencia de aprender a aprender, la autonomía e iniciativa personal o el tratamiento de la información desde la perspectiva del comprensión». Lacarte, desde su perspectiva de profesora de idiomas, apunta que la aplicación de esta metodología al inglés «mejora significativamente las competencias comunicativas en lengua extranjera». Como ventajas adicionales, esta docente también menciona el aumento de la motivación, trabajo en equipo, la comunicación, el tratamiento de la información y la conexión del aprendizaje con su fin último. «En definitiva, aprenden de manera eficaz».
Por el interés y actualidad del aprendizaje basado en proyectos, Education Talks, plataforma de encuentros por la innovación educativa impulsada por la Universitat Abat Oliba CEU, dedicará a esta cuestión su próxima edición monográfica, que se celebrará el 1 de diciembre.