Han pasado cinco años de la tragedia que supuso la pandemia de la COVID, que entre otras consecuencias produjo un gran cambio social como es el que han cambiado las prioridades de las personas de tener y poseer a experimentar y vivir. Este hecho ha provocado un ansia por viajar y conocer que se ha traducido en un crecimiento impensable de llegada de turistas hacia nuestra comunidad, que sin duda ha provocado desequilibrios en nuestra economía y sociedad.
Nuestra forma de ser hace que pongamos el foco en los efectos negativos como la aglomeración y saturación de ciertas zonas, sobre explotación de algunos recursos, pérdida de identidad, desigualdad social, dificultad para acceder a una vivienda digna, empleo estacional… Y sin embargo damos por descontado los positivos como que es una fuente de empleo, una industria tractora de otras industrias, permite el desarrollar infraestructuras que de otra forma no tendríamos, nos enriquece con la diversidad cultural, ayuda a revalorizar y mantener el patrimonio cultural y ambiental, genera nuevos empleos es decir es fuente de prosperidad.
Sin duda hay que corregir los desequilibrios negativos, pero no desde la cultura de la escasez sino desde la abundancia. Es decir ver estos desequilibrios como una oportunidad para avanzar y mejorar como sociedad y no como una limitación. Al igual que como nuestros mayores vieron en nuestras playas y tierras limítrofes no campos baldíos para el cultivo o la ganadería sino una oportunidad para satisfacer la demanda de vacaciones de una clase media creciente europea.
Es por ello que urge este cambio de mentalidad en dos aspectos. Primero, preguntarse que tendría que pasar para corregir estos desequilibrios negativos y o bien mitigarlos o eliminarlos. Para ello hay que llegar a la causa raíz de éstos y no quedarnos en las medidas «simplistas» como pudieran ser más regulación, más tasas, más limitación…. Que en muchos casos se ha visto que no son la solución a corto y mucho menos a largo plazo. Segundo, aquellos que son positivos que podríamos hacer para acentuarlos y incrementar su impacto.
Buscar la causa raíz de las situaciones, exige disciplina, pero una vez la encontramos permite mejorar, transformar y avanzar. Para ello es muy útil aplicar la metodología de los «5 Porqués» que fue desarrollada por Sakichi Toyoda, fundador de Toyota Industries, en los años 30. Su objetivo era mejorar los procesos industriales mediante un enfoque reflexivo y estructurado para resolver problemas.
Al fin y al cabo las externalidades negativas que estamos sufriendo en Balears son comunes en muchos destinos de éxito del mundo. Si lo vemos con una mentalidad emprendedora tratando de dar soluciones a estas necesidades, por una parte mejoraremos la calidad de vida de nuestros conciudadanos y por otra crearíamos entre otras cosas un nuevo tejido empresarial innovador y dinámico, empleo de alto valor añadido o alianzas para crear hubs de conocimiento. Y todo ello en mi opinión poniendo en valor una gran ventaja como es que somos territorios aislados que nos permiten pilotar distintas soluciones para luego escalarlas.
Es bien conocido en el mundo empresarial que «toda organización se orienta en el sentido que investiga». Si como sociedad nos orientamos a lo negativo todo será negativo, caldo de cultivo de la crispación y polarización. Sin embargo si nos orientamos a lo positivo o lo que es lo mismo en como hacer la tarta más grande para todos eso nos ayudará a crecer, avanzar y cohesionar. Lo haremos desde la mentalidad de la abundancia.
Las sociedades que logran un cambio positivo suelen haber experimentado una crisis que sirvió como detonante, un liderazgo con visión, un cambio en la mentalidad colectiva y una inversión estratégica en educación y alianzas clave.
Podría decirse que la crisis, el detonante, que vivimos en nuestra comunidad es provocada por nuestro éxito como destino turístico. Una crisis que a diferencia de muchas otras se fundamenta en la abundancia de recursos no de escasez. Pero lo que si nos falta es un liderazgo con visión que provoque un cambio en la mentalidad colectiva, inversión estratégica en educación y alianzas clave como en su día hicieron por ejemplo países como Costa Rica o los países nórdicos.