Bajón en Mendizorroza

El Real Mallorca pierde altura y velocidad con otra salida defectuosa. El equipo balear patinaba este viernes en Mendizorroza frente al Deportivo Alavés y malgastaba la posibilidad de seguir subiendo escalones en los pisos superiores de la clasificación. Un gol de Jon Guridi, ya en el tramo final del partido, cortaba la hemorragia de derrotas del conjunto babazorro y forzaba la segunda la segunda caída consecutiva de los de Jagoba Arrasate lejos de Son Moix, lastimados en Vitoria por su falta de profundidad y por una inesperada avería en defensa (1-0).

La escuadra rojinegra, que venía de abrochar una jornada para destapar la siguiente, se apoyaba esta vez sobre un once revolucionario y experimental, relleno de novedades. Sin pilares de la talla Valjent, Mojica, Darder o Muriqi, Arrasate cumplía también con esa norma no escrita de que cuando se juntan dos partidos en una misma semana lo primero que cambia es el portero y Leo Román, muy firme y seguro pese a sus habituales suplencias, tomaba el relevo de Greif debajo del larguero.

Al partido le faltaba mucho aceite durante toda la noche. Sin uno hilo conductor claro ni continuidad en el juego por parte de ninguno, el primer tiempo se iba perdiendo entre parón y parón, con la pelota casi siempre alejada de las áreas y otras zonas de conflicto. En el Mallorca, atascado y espeso, quien más peleaba por encender la luz era Chiquinho, autor de la ocasión más evidente hasta el descanso. El portugués, que había entrado en el último momento por una lesión de Valery Fernández, presumía de calidad dentro del área y firmaba un buen recorte al que después iba a faltarle finura y precisión en el remate. Esa iba a ser la llegada más hostil de los baleares sobre la puerta de Sivera.

Como si hubiera abierto el grifo, el aviso del Mallorca iba a encontrar una respuesta instantánea en el área de enfrente. Guridi evitaba que un balón descontrolado saliera por línea de fondo y ponía un centro que se escurría entre Leo Román y el palo sin que nadie lo tocara. Con la tensión en todo lo alto, ahí quedaba lo que parecía que iba a ser el intercambio de golpes que cambiara el escenario del choque. Porque hasta el intermedio los dos equipos solo volverían a dispararse con pistolas de agua.

El descanso tampoco iba a reducir la densidad del enfrentamiento, que seguía igual de pastoso tras el paso por los vestuarios. Jagoba empezaba a mover el tablero dándole entrada a Muriqi, pero ni la aparición del Pirata cambiaba la cara de un partido que ya estaba entrando en una fase peligrosa. Tampoco el resto de los cambios, una de las pócimas que mejor le funcionan al técnico mallorquinista, sanaban los males bermellones. Lejos de avanzar, el equipo se arrugaba y oxidaba con las sustituciones.

El Alavés, que sin hacer nada del otro del mundo sí que empezaba a ganar el partido a los puntos, se acercaba con poco control y mucho veneno a la portería de Leo. El propio portero ibicenco tenía que sacar casi con el rostro un balón peinado por Abqar en el primer palo que le daría un empujón al conjunto vasco.

El Mallorca no entregaba las armas. Sin un camino claro pero armado hasta los dientes, atacaba casi a trompicones y se cubría la cara como podía. Hasta que un error dentro de su área le condenaba. Un despeje equivocado de Mascarell que no podía arreglar Copete terminaba con la pelota en las redes tras pasar por las botas de Guridi. Bajón y frenazo en una noche de la que se pueden rescatar pocas cosas.