Faltó el segundo gol en una cita histórica para el mallorquinismo, pero el gol no entiende de inauguraciones, de fastos, de floklore y de fuego. El gol es el gol y se tiene o no se tiene y hoy por hoy el Mallorca carece de acierto en el área. Eso no suele cambiar de un día para otro, con una grada más o menos y con un lleno total o casi.
Larin precisa de infinidad de oportunidades para marcar y ya se sabe que si el Mallorca encaja, normalmente toca remontar y eso en Primera no es tan fácil. Y lo peor es que el gol se tiene o no. No se entrena. Por muchas horas que tires a puerta en los entrenamientos, en los partidos la luz se le apaga en el momento clave. No convierte en la proporción que es capaz de generar.
Puede que con Muriqi la situación cambie porque la diferencia en este Mallorca, hoy por hoy, está en la finalización. El equipo empieza a ser reconocible sin llegar al once del año pasado, pero durante muchos minutos es sólido y complica la vida a los rivales.
Pero por ahora no alcanza para tomar impulso. Ganar era fundamental porque el Celta es un equipo muy endeble, mucho peor que los mallorquinistas. Es en partidos como el de este sábado donde las victorias te acercan a la permanencia. Un empate, como decía Luis Aragonés, es un paso demasiado corto. Es hora de dar ya alguno de gigante por si acaso lo de abajo algún día les da por despertar.