No hay manera de salir del Santiago Bernabéu sin el cuerpo magullado. Ya sea por juego, por calidad, por insistencia o por chispazos (ayer fue el caso), el Real Madrid suele acabar los encuentros alzando los brazos y con el rival tendido en el suelo con el rostro repleto de heridas. El Mallorca opuso más resistencia de lo esperado, pero terminó el duelo con una goleada en el saco por su desidia en los instantes finales.
El gol de Muriqi –el tercero en esta Liga, todos de cabeza– permitió soñar con la gesta a la hinchada mallorquinista. De repente, con la frontera del descanso en el horizonte, Valverde se subió a la moto ante la apatía de las camisetas rojas (nadie fue capaz de pararlo) para sacar a paseo su izquierda y meter el balón en la misma escuadra de Rajkovic, que encajaba su primer gol de jugada.
El segundo acto arrancó con el mismo guión establecido –el Mallorca defendiendo y su rival amasando el balón– y pudo tener el mismo copyright del primer tiempo si Antonio Sánchez marca en una ocasión clarísima. En la otra área, Vinicius no perdonó en una acción individual de Rodrygo. Aguirre sacó la bandera blanca cuando retiró a Muriqi y Kang por Abdón y Lago y el Madrid, con otro destello de Rodrygo y un cabezazo de Rüdiger rozando el fuera de juego, apuntilló a su enemigo en los últimos minutos de la noche. El Mallorca perdió, pero hizo sudar al líder...