La cantinela de que el equipo no ha estado ninguna jornada en descenso se puede borrar del libro de las excusas. El Mallorca ya está con el fango hasta el cuello. Su sexta derrota consecutiva y el agónico triunfo del Cádiz en el último minuto empujaron al grupo balear a los infiernos. Y por méritos propios después de dilapidar en este año todo el botín acumulado durante el primer tramo del campeonato. El conjunto de LGP confirmó ayer en Cornellà que no está para nada. Sin alma. Sin calidad. Sin rumbo. Sin actitud. Sin ganas....
Es incapaz de cerrar su portería -la llegada de Sergio Rico no ha aportado nada-, comete errores groseros que agrandan más la brecha -Baba acumula pifias tras pifias- y arriba su único argumento se basa en balones colgados a Muriqi. Tampoco es que el Espanyol esparciera un fútbol académico pero tiene a RDT y sobre todo a Sergi Darder. El de Artà está adquiriendo un nivel de equipo grande y se adueñó de la sala de máquinas cuando quiso.
Lo peor no es solo la delicidad situación sino la sensación de orfandad absoluta que transmite la entidad. Con Pablo Ortells en su burbuja, la propiedad, que dirige el club por videoconferencia a más de 9.500 kilómetros, no tiene previsto hacer nada para intentar reconducir la situación. Y cuando le preguntan a LGP por una hipotética destitución lo deja claro. «No puedo contestar; para esto hay que llamar a América»...