Ahora que ya ha despegado los dos pies del suelo, el Mallorca no quiere volver a mirar atrás. Aislado en la cresta de la Liga —junto al Espanyol— y metido en un tramo del curso en el que las victorias parecen valer el doble, el equipo de Luis García aspira a darle otra sacudida a la clasificación que descarrile del todo al vagón en el que viajan sus perseguidores. Desplumado en ataque pero con el tiempo y los números de su lado, el cuadro balear necesita recuperar la brújula como visitante para acelerar un plan que entra en su última fase.
Este sábado, después de tres salidas en falso en las que solo le ha dado para recoger un punto, llama a la puerta de un Castellón enfrascado en otra carrera, mucho más agónica, por escapar del incendio de la parte baja (Castalia, Movistar LaLiga, 16.00 horas).
El campeonato vuelve a sonreír al Mallorca, que después de seis jornadas sin enlazar dos victorias sigue ensanchando esa grieta que tiene a la espalda. La seguridad que ha ido ganando en casa y las continuas caídas del Almería han alimentado un sueño que va cobrando forma a toda velocidad. En este nuevo capítulo, además, parte desde una posición especialmente cómoda. Será el primero de los aspirantes en pronunciarse y si gana atravesará la barrera de los 70 puntos. Todo ello a la espera de lo que pase el lunes, cincuenta y pico horas después de su partido, en el duelo que cruzará a los dos equipos que le rodean la tabla. En ese contexto, la victoria le asegura o el liderato o un nuevo atajo hacia el ascenso, ya que incrementaría la distancia de seguridad con respecto al Almería mientras entierra otra jornada.
En cualquier caso, el Mallorca sigue en estado de alerta y no hay nadie que se atreva a poner el cava en frío por alta que sea la temperatura. Luis García no ha variado una coma de su discurso y sigue rompiendo clasificaciones dentro del vestuario y tirando del freno de mano. De hecho, para disfrutar del fin de semana soñado es imprescindible volver dos meses atrás y recuperar aquella versión del equipo que era demoledora en su papel de visitante. Porque aunque no ha perdido altura, desde que el Sporting le hizo la zancadilla en Gijón no ha vuelto a ganar lejos de su hogar.
El Mallorca medirá en Castalia, un estadio que no visita en partido oficial desde hace casi treinta años, la profundidad del vestuario. Sobre todo de cintura para arriba, donde ha perdido en unos días a sus dos máximos goleadores: Amath Ndiaye y Abdón Prats. El primero por una sanción con la que nadie contaba hasta mediados de semana. Y el segundo por unos problemas físicos que arrastra desde el último encuentro. Dos bajas inesperadas que obligarán a dar un paso al frente a Álvaro Giménez y, seguramente, a Víctor Mollejo. El toledano se estrenó como goleador hace seis días y aprovechó para posicionarse en una pizarra en la que hasta ahora no había tenido mucha cabida. Sin Antonio Sánchez ni Lago Junior, la otra banda del campo será, en principio, para Jordi Mboula.
El otro gran cambio que se intuye al final del pasillo supone la salida de Baba y la entrada de inicio de Galarreta, que ya tuvo unos minutos para quitarse el óxido de las piernas con el Lugo delante. Con el eibarrés como titular y Salva Sevilla a su costado, el Mallorca solo ha perdido dos partidos.
El Castellón recibe a los isleños tras interrumpir su escalada con un derrota en Santo Domingo que le obliga a maniobrar en una cita que, con los dígitos en la mano, está claramente inclinada hacia la esquina visitante. Por eso el entrenador orellut, Juan Carlos Garrido, se ha propuesto reforzar los muros de su defensa y buscar a partir de ahí la sorpresa.
Sin ninguno de los cedidos por el Mallorca —Señé está sancionado y Zlatanovic, por el que debería pagar una compensación, no cuenta demasiado—, el técnico de los albinegros ha previsto algunos ajustes en su esquema. Retrasará la posición de Bodiger y adelantará la de Khrin para dar músculo al centro del campo, lo que supondría al entrada de Iago Indias en el corazón de la retaguardia.