Tres gatillazos después, el Mallorca busca el más difícil todavía. Ahora que la Liga se asienta sobre la nueva normalidad, que la carretera se estrecha y que la luz que llega al sótano de la clasificación es cada vez más escasa, el conjunto de Vicente Moreno necesita un golpe de efecto que lo mantenga sobre la estela de la permanencia. Los baleares, que apenas han generado movimientos en la cuenta corriente después del confinamiento, aspiran a ampliar esta noche su colección de gestas con un asalto a Valdebebas. Allí le espera un Real Madrid sin balas que desperdiciar, porque aunque todavía no ha sufrido una sola mancha en este segundo ciclo inicia formalmente la defensa de un liderato al que volvió a agarrarse hace unos días en Anoeta (Alfredo Di Stéfano, Movistar Partidazo, 22.00 horas).
Si algo define a este apéndice de la Liga en el que se atarán los cabos sueltos es la fugacidad, la velocidad a la que transcurre todo. Sin apenas tiempo para el reposo, las jornadas se amontonan una tras otra, casi solapándose, y las urgencias se acentúan. En el caso del Mallorca, que cuando afloró la pandemia ya tenía la gasolina justa, se nota especialmente. Y si bien las derrotas contra el Barça y el Villarreal ofrecían coartadas, el empate frente al Leganés lo ha complicado todo muchísimo. El flotador está cada vez más lejos —ahora la línea de la salvación la marca el Eibar, con tres puntos más que los isleños— y las próximas etapas de la carrera presentan un perfil infernal.
Moreno recupera a Antonio Raíllo para la causa, aunque está por ver cómo decide tomar el técnico las próximas curvas y si dosifica a sus futbolistas más desequilibrantes pensando en Bilbao (sábado) o, sobre todo, en el partido ante el Celta (martes). En cualquier caso, no parece que vaya a renunciar a nada de antemano en Madrid. Primero, porque no puede permitírselo. Y después, porque la última vez que coincidieron en el mismo pasillo el Mallorca ya desalojó al conjunto blanco del trono provisional. Si quiere replicar aquella hazaña deberá superar, eso sí, los ataques de vértigo que le invaden fuera de Palma. De momento, sigue siendo el peor visitante de la Liga y solo ha puntuado en tres de los catorce desplazamientos que ha realizado. Un problema que se suma a su falta de veneno (solo un gol en tres partidos y a balón parado) y a su reducida musculatura en defensa (solo ha dejado su portería a cero en cuatro de las 30 jornadas).
El Real Madrid, que ha sido implacable y que está forzado a seguir siéndolo, jugará con las rotaciones, aunque seguro que querrá ahorrarse un susto como el de la primera vuelta.