Cuatro años después de bordear la quiebra -Miquel Contestí acudió al rescate de un club que protagonizó el primer encierro del fútbol español y que no tenía ni para pagar la luz- y de transitar por los campos de Ses Salines, Collerense, Murense o Andratx, el Real Mallorca se asomaba de nuevo a la gloria con su cuarto ascenso a Primera División. Fue en un epílogo de infarto, en una última jornada que desembocó en la fiesta después de ocho minutos eternos.
Porque el Mallorca festejó el éxito desde el césped del Santiago Bernabéu, donde hasta 5.000 mallorquinistas acompañaron al equipo, gracias a la victoria del Rayo Vallecano en Riazor...
Pero antes de alcanzar la meta, el club balear había notado en sus carnes la miseria más absoluta. Miquel Contestí asumió los mandos de una entidad en la crisis más absoluta en Tercera División. Tras una primera campaña de transición, el equipo logró dos ascensos consecutivos que le impulsaron hasta la categoría de plata. Después de un primer intento frustrado en la temporada 1981-82, el presidente confeccionó una plantilla a base de talonario. Sabido, Zuviría, Dacosta, López, Melchor, Mallo, Nichiporuk y Otermín, entre otros, reforzaron un grupo que se había ganado el respeto de la hinchada caso de Gallardo, Delgado, Riado, Barrera, Kustudic o Paquete Higuera.
Para intentar el retorno a la nobleza, el club mantuvo al francés Lucien Müller, aunque éste desfiló como un funambulista por el alambre del campeonato.
Uno de los momentos más críticos del curso llegó en el arranque de la segunda parte de la temporada cuando el Mallorca sufrió una inesperada derrota en casa (1-2) ante el Atlético Madrileño de Joaquín Peiró. El futuro de Müller pendía de un hilo y los jugadores defendieron al técnico francés.
Con más impulsos que fútbol, el Mallorca afrontó las diez últimas jornadas del campeonato bien situados. Siete victorias en ocho partidos, incluyendo aquella famosa en Córdoba con el gol del portero Ramón Reus, le permitieron allanarse el camino del ascenso. En la jornada 35, el grupo balear llegó en la segunda posición con cinco puntos de ventaja sobre Cádiz y Palencia, cuartos. Bastaba un punto en los tres últimos capítulos de la temporada para ascender... y el Mallorca no fue capaz de sumarlo.
El primer match-ball llegó en Alicante y el Mallorca jugó pensando que el punto estaría conseguido de antemano porque su rival no se jugaba nada. Craso error. Un gol de Carreño impidió la fiesta y el equipo bermellón malgastaba su primera bala.
A la segunda tampoco llegó la vencida. Fue en un Lluís Sitjar abarrotado y ante el Cádiz, que también se lo jugaba todo. Barrera prendió la mecha de la euforia. Vojinovic firmó el empate y posteriormente fue expulsado. El empate bastaba... pero Mágico González selló el 1-2.
El ascenso se iba a decidir en la última jornada. El Mallorca perdió en el Bernabéu ante el Castilla. Necesitaba una victoria del Rayo en Riazor para ascender. La espera se hizo eterna. 8 minutos interminables. El Depor perdió y el Mallorca ascendió.