La final de Mestalla y Jovan Stankovic (Pirot, 1971) siempre irán de la mano. Considerado uno de los mejores futbolistas de la historia del Mallorca, el serbio tuvo en sus botas la Copa del Rey durante unos segundos que al final resultaron eternos. Tras más de dos horas de batalla contra el Barça de Louis Van Gaal, los baleares llegaron con vida a la tanda de penaltis y abrieron las puertas de un título que minutos antes, con dos jugadores menos y el resto del bloque fundido, parecía una quimera. Justo antes de poner el balón sobre el punto de cal, Luis Figo se había estrellado contra los guantes de Roa. Si el balón entraba, el Mallorca era campeón. La mitad del campo contenía la respiración mientras la otra soñaba. Pero Stanko, que durante el encuentro había marcado un gol y habría rubricado una actuación fantástica, escoró demasiado su tiro hacia la derecha. Un error que el mallorquinismo nunca le ha reprochado.
—Han pasado ya veinte años de aquel histórico partido que marcó a todo un club y su afición.
—La verdad es que no me puedo creer que ya haya pasado tanto tiempo de aquello. ¡La vida pasa muy rápido! Pero lo cierto es que tengo un recuerdo muy bonito de aquella época. Llegamos al equipo muchos jugadores nuevos que éramos desconocidos y en dos o tres años hicimos grandes cosas. Primero subiendo a Primera División y después con todo lo que vino tanto en la máxima categoría como en Europa.
—¿Qué es lo primero que piensa cuando le preguntan por ese partido en Mestalla?
—Que lo de Mestalla fue una pena porque tras todo ese trabajo, que había empezado unos años antes en Segunda División, tuvimos la oportunidad de jugar esa final de Copa de Rey y, sobre todo, de estar a punto de ganarla. No se pudo y para la gente en ese momento fue triste porque no llegamos a levantar el trofeo, pero sé que también se quedó satisfecha porque peleamos mucho por conseguirlo. Lo dimos todo.
—La historia del partido siempre apunta a ese penalti que, en el caso de haber sido gol, hubiera supuesto el primer título para el Mallorca.
—Es así. He tirado muchísimos penaltis durante mi carrera como futbolista profesional y fallé muy, muy pocos. Antes de ese de Mestalla, con el Mallorca debí lanzar unos diez y creo que no fallé ninguno. Supongo que fue la lesión que arrastraba al final del partido por todo el esfuerzo que habíamos hecho. Tuve problemas musculares durante los últimos cuarenta minutos y tenía que estar sobre el campo porque Cúper había agotado los cambios y además habían expulsado a dos compañeros.
—¿Cómo fue ese instante en el que supo que tirar una pena máxima tan decisiva?
—Quedábamos dos o tres jugadores de los que estábamos preparados y me miraron y dijeron: «Stanko, ¿qué?». Y dije que sí, que claro. Estaba muy tocado pero podía tirar porque tampoco tenía que correr. Fue una pena, pero esto es fútbol, nada más. Me quedo con que lo dimos todo. En mi caso, marqué un gol que nos ponía por delante en el marcador y creo que en general hice un buen partido. Pero me faltó marcar ese penalti para que fuera perfecto.
—¿Qué pasaba por su cabeza mientras se dirigía hacia el punto de penalti?
—Yo cuando tiraba penaltis nunca improvisaba. Siempre esperaba a ver cómo se movía el portero. Y con Hesp lo vi claro. Dije: «ya está». Lo que no entiendo y nunca he entendido es como pude mandar el balón fuera de la portería. Nunca en la vida me había pasado. Me habían parado penaltis, pero mandarlo fuera, nunca. Fue la primera vez. Y fue en ese preciso momento, que era el más importante de la historia del Mallorca.
—Dos décadas después, ¿cómo recuerda esa época?
—Tras veinte años lo veo todo de otra manera. Estaba en Serbia y casi ni jugaba cuando vino a por mí Pepe Bonet para ficharme y traerme al Mallorca. Y en unos dos años pasé de aquella situación a tirar ese penalti que es inolvidable. Antes, había pensado incluso en dejar el fútbol porque tenía 25 años e igual tenía que dedicarme a otra cosa. Estoy contento por lo que hice en Mallorca y por todo lo que me dio el Mallorca.