José Luis Oltra está viviendo en el Real Mallorca su peor experiencia como entrenador profesional. El técnico es la víctima de un consejo dividido y sobre todo de Serra Ferrer, que desde hace muchas semanas había puesto ya en tela de juicio el trabajo del entrenador que fichó, pero que dejó agrietar al máximo la situación a a la espera de que la grada y los medios más afines a la doctrina del 'serrismo' trataran de empujarle al grueso del océano.
Le salió mal la jugada al 'pobler' porque Oltra, pese a las lógicas críticas que puede recibir por los condicionantes también lógicos que rodean a su profesión, no ha sido nunca el ojo en el que los seguidores han focalizado su crispación. Más bien todo lo contrario. La grada de Son Moix se ha mostrado siempre condescendiente con su entrenador porque pese ser una afición reducida en número, tiene suficiente capacidad para discernir cuándo un técnico no sirve y cuándo sí. Benito Floro, por ejemplo, no recibió ningún tipo de compasión y se le apuntó directamente desde las tribunas. Con Oltra nunca ha sucedido esto y antes se ha criticado al palco e incluso a los futbolistas.
El entrenador lleva tres días viviendo un martirio porque su destitución, un hecho que también es natural en el mundo del fútbol, se ha gestionado de la peor manera posible, sobre todo en estas últimas 48 horas. Tras ser oficialmente destituido por su club el lunes, ayer por la mañana estuvo en las oficinas de Son Bibiloni, anuló el entrenamiento y quedó citado con todos sus futbolistas por la tarde. A las cinco entrenó con toda la normalidad posible. Se le veía tocado, triste, por momentos abatido, pero el balón, el juego, sus futbolistas y su profesionalidad le levantaron el ánimo y terminó casi como siempre, activo, intenso, dirigiendo, dando órdenes y tratando de corregir errores. Un entrenador. En la tribuna los reporteros gráficos trataban de captar cada gesto, cada movimiento, cada paso. Fue un día muy difícil en la oficina para el entrenador del Real Mallorca, que se ha visto superado por los resultados, los acontecimientos y sobre todo, por la enorme voracidad del máximo accionista.