Conoció Mallorca, aspiró su aire y se quedó prendado de su luz: el súbito encantamiento le ha durado cuarenta años. Hasta ayer mismo, a las cuatro de la tarde, en que fallecía víctima de una insuficiencia renal grave a los 70 años. El punto de inflexión en la vida de Chango Díaz, así se le conocía en el mundo del fútbol, hay que buscarlo en un día de agosto de 1971. Partido amistoso contra el Liverpool en el Lluís Sitjar.
Chango
iba a hacer su debut con un Real Mallorca que estaba en Segunda División y suspiraba por un crack. No le pudieron ir mejor las cosas al argentino en el terreno de juego: este día Chango Díaz marcó tres goles y encandiló de tal forma a los aficionados bermellones que comenzaron a llamarle el ‘Pelé blanco'.
Pero si las cosas habían salido bien en el terreno de juego, no fue así en los despachos: en Segunda División no se admitían extranjeros y para que Chango Díaz fichara había que colarle por la puerta de los oriundos. Mientras se le buscaba ascendencia hispana (parece ser que le encontraron un abuelo con raíces en Barcelona) tuvo que regresar al Peñarol de Montevideo. En Palma se le llamaba el deseado. Pocas veces se ha esperado con tanta ansiedad la llegada de un futbolista: los tres goles al campeón inglés, a modo de anticipo, habían comenzado a tejer una leyenda en torno a su figura.
Luis Alberto Díaz Rebaneira Chango Díaz nació el 17 de agosto de 1942 en Santiago del Estero, la capital de una provincia argentina del mismo nombre. Fue el menor de seis hermanos en una familia de clase media en la que el padre, Román Díaz, era Inspector de policía, y la madre, Brígida Rebaneira, Enfermera Jefe en el Hospital Provincial. Luis Alberto creció para el fútbol en el Atlético Mitre, de su ciudad natal, donde tuvo por primer ídolo a Víctor Escobar, vecino de calle en el barrio 8 de Abril, y por maestros a Walter Jiménez, que se fue a Independiente, y Gallo, que marchó al Vélez Sarsfield. Con quince años debutó en el primer equipo del Atlético Mitre y todos los domingos venían ojeadores de Buenos Aires para verle. El primer equipo que se interesó por él fue el Argentino Juniors, pero prefirió el San Lorenzo de Almagro, que lo incorporó a su equipo de juveniles para que se fuera fogueando. En lugar de llamarle por su apellidado le decían Chango, que significa niño, y ya se quedó con el apodo.
Pronto Chango Díaz encabezaría dentro del San Lorenzo de Almagro la revolución de los caras sucias, llamados así aquellos barbilampiños (Doval, Veira, Arian, Casas, Telch y el goleador Chango Díaz) que dieron el salto del juvenil al primer equipo. Juan Carlos Lorenzo, que había dejado el Mallorca tras ascenderlo a Primera División, es el que le hizo debutar en el primer equipo del San Lorenzo de Almagro.
Pero la felicidad nunca es completa. Una grave lesión de rodilla le costó la salida del San Lorenzo de Almagro, ya que para que se recuperara le cedieron al Unión de Santa Fé, que estaba en Segunda División y con el que ascendió a Primera. Entonces empezó a volar por su cuenta lejos de Argentina. Primero en el Oros de Guadalajara, en México, y despues el Peñarol de Montevideo. En el Peñarol al principio no fue fácil. Tenían de extranjeros al chileno Figueroa, al peruano Joya, al ecuatoriano Spencer y al argentino Ermindo Onega. Entonces le cedieron al Rácing de Montevideo unos meses, hasta que volvió a Peñarol ya para ser titular indiscutible durante dos años. En 1970 fue campeón de Uruguay, jugó la Copa Libertadores y se casó con su compatriota Francisca Alaniz, de San Luis. Después, en 1971, surgiría lo del Mallorca y el quedarse a vivir en la isla, empadronándose en Sa Pobla y sintiéndose desde entonces un mallorquín más.
En el Mallorca estuvo dos temporadas, la 1972-73 y 1973-74, ambas en Segunda División. Despues fichó por el Poblense, equipo que dejaría con treinta y ocho años para alargar todavía su carrera futbolística una temporada en el Xilvar y otra en el Binissalem, donde colgó las botas para el fútbol. Ayer las colgó para la vida.