El Real Mallorca ha entrado en una crisis sin precedentes. Es como la tormenta perfecta, te gires por donde te gires, caen relámpagos, se escuchan truenos y la lluvia inunda todos los rincones. Ni los últimos tiempos de Grande, ni los excesos de Davidson, ni las carreras de Carlos González por la calle Unió, ni las indefiniciones de Martí Asensio son comparables a los tambores de guerra que se escuchan redoblar por las inmediaciones de Camí des Reis. El club ha entrado en una espiral de 'multicrisis' de imprevisibles consecuencias tanto deportivas como sociales. La marcha de Michael Laudrup fue la punta del iceberg, que ha terminado por descubrir innumerables problemas a los que Serra Ferrer se ve incapaz de hacer frente. El vicepresidente, asesorado en todo momento por el consejero Biel Cerdà, está generando un clima de desconfianza dentro del club que atañe a todas las áreas.
Un rápido vistazo a la situación actual de la institución refleja una realidad preocupante. El primer equipo está sin entrenador, Serra va recibiendo negativas en cada puerta que llama -el último 'no' lo ha dado Luis Aragonés-; el club ha perdido toda credibilidad ante Cort por las falsas promesas levantadas alrededor de Lluís Sitjar; el consejo de administración está dividido; las peñas hoy mismo van a levantarse en armas y por si fuera poco el consejero Biel Cerdà quiere externalizar la mayoría de sdepartamentos del club, con la posibilidad de que se produzcan muchos despidos. Y además, pretende cambiar el escudo del Mallorca. En resumen, es la crisis perfecta, se mire por donde se mire, cualquier despacho de Son Moix es una bomba a punto de explosionar.
A todos estos problemas hay que unir que deportivamente el equipo ha visto mermado su potencial en relación al grupo de la pasada campaña. La macha de Webó no ha sido cubierta y De Guzman no tiene a día de hoy un sustituto de garantías. Además, los fichajes que se han ido realizando siguen sin marcar las diferencias y los extranjeros, que deberían ser referencia ineludible en un club como el Mallorca, están pasando totalmente desapercibidos. La afición, que incialmente se volcó con la llegada de Serra Ferrer, ha visto cómo en unos meses el proyecto se está desvaneciendo y su ilusión se está convirtiendo en decepción.
El último gran motivo de preocupación dentro del club es ahora la idea de externacionalizar todos sus departamentos, una situación que ha generado inquietud entre los empleados y que ha supuesto un cisma en la planta noble, ya que no cuenta con la unanimidad dentro del consejo de administración. Una idea de Biel Cerdà, hombre de confianza de Serra y uno de los consejeros que se caracteriza por medir mal los tiempos, precipitarse en sus decisiones y fallar en todas las iniciativas que pretende pone en marcha.
Levantados en armas
Ya en su día, nada más arrancar el nuevo proyecto, las peñas se levantaron en armas por no querer verse obligadas a cumplir con los requisitos impuestos por Cerdà para organizar las fiestas de aniversario. A partir de ahí, el proyecto faraónico del Sitjar ha minado la credibilidad del club ante el Ajuntament, que ya no se cree que el Mallorca tenga ni inversores ni mucho menos un plan fiable. Hoy está previsto que el club, concretamente el propio Cerdà, vuelva a Cort para presentar garantías de que tiene inversores solventes que afronten la inversión de 200 millones de euros, pero en el Ajuntament sencillamente no esperan ya nada de este consejero, que ha pedido a Cladera que le acompañe, pero el presidente no está por la labor. Cerdá y Serra Ferrer se verán ahora destinados a afrontar otra crisis, la rebelión de las peñas. Los representantes de los seguidores de la afición están desanimados con la actuación del club estas últimas semanas tanto a nivel deprotivo como institucional y así lo expresarán esta noche en la reunión prevista a las ocho de la tarde. La crisis, lejos de desaparecer, se multiplía día a día en el seno del Real Mallorca SAD.