Mallorca 0 - 4 Sporting
Mallorca: Aouate; Cendrós, Martí Crespí (Martí, min. 66), Nunes, Kevin; Nsue (Enrich, min. 68), Joao Víctor, De Guzmán, Pereira (Tejera, min. 81), Castro; Webó.
Sporting de Gijón: Cuéllar; Lora, Hernández, Gregory, Canella; De Las Cuevas (Novo, min. 73), Eguren, Cases (André Castro, min. 66)), Castro (García, min. 81), Rivera; Barral.
Goles: 0-1, min. 3: Diego Castro aprovecha un grave error defensivo del Mallorca y marca tras un centro de Lora; 0-2, min. 60: Kevin, en propia puerta, tras un disparo de Casas; 0-3, min. 67, André Castro marca en el primer balón que toca tras sustituir a Cases; 0-4, min. 86: Nacho Novo culmina un contragolpe.
Àrbitro: Paradas Romero (comité andaluz). Amonestó a Joao Víctor, Martí Crespí, Webó, Eguren, Cuéllar y Nunes,
Coincidiendo con el tramo más sensible del calendario, el Mallorca empieza a ofrecer síntomas de descomposición. Situado en el extremo contrario al que ocupaba cuando deslumbró al Bernabéu, el equipo de Laudrup no sólo encajó ayer la derrota más desgarradora del ejercicio, sino que subrayó ese puñado de limitaciones que cubren ahora mismo al proyecto. Sin apenas tomar impulso, el Sporting recordó en voz alta las carencias de un conjunto bermellón que, con un grupo sujeto a base de alfileres, se adentra en una de las zanjas más profundas de su irregular excursión por la Liga. Los asturianos, que se presentaban en Palma como el segundo visitante más vulnerable de toda la categoría, incendiaron Son Moix en una función lastimosa que deja tendida sobre la lona a la escuadra insular. De momento, tres derrotas consecutivas y seis fracasos en los últimos ocho episodios del campeonato. Es el balance de una formación en decadencia que debería encontrar pronto la salida del laberinto (0-4).
Ninguno de los actores se había quitado aún el pijama cuando el Mallorca empezó a ser la víctima de una pesadilla muy similar a la de su última parada en la Copa. Al cuadro de Preciado le alcanzaron tres minutos de acción para rajar la defensa de papel de su oponente, que se metió de repente en un lío del que yo no escaparía en toda la jornada. Lora estiró el campo por el carril derecho del ataque sportinguista y su centro al meollo del área sorprendió navegando a los centrales y al propio Aouate. Pau Cendrós, que trató de apagar el fuego a la desesperada, midió mal su salto y Diego Castro, en soledad y a placer, le clavó la primera puñalada al Mallorca. Sin previo aviso (minuto 3).
Quedaba todo el encuentro por delante y había muchísimo espacio, pero ese gol en contra lo arruinó todo de forma casi trágica. La zaga rojilla, habitualmente compacta en las exposiciones ante su público (en toda la primera vuelta del torneo sólo había recibido cuatro tantos en su centro de operaciones), no paraba de temblar. Además, el equipo se lanzó sin ningún criterio a la búsqueda de algo interesante en la acera contraria, pero lo único que hizo fue resquebrajarse. Tanto, que a los quince minutos pudo llegar el segundo hachazo del Sporting. Barral explotó otro enorme desajuste del sistema de seguridad para desnudar a Crespí, Nunes y Aouate y pese a que el remate del gaditano salió lamiendo el palo, las malas vibraciones se multiplicaron. Eso sí, lo peor estaba por llegar.
El Mallorca continuó respondiendo a lo loco, con fuerza pero sin fe, falto de guión y principios. Su aproximación de más peso, catapultada por De Guzman, se deshizo en las botas de Webó y aunque Castro recogió el guante al instante con la colaboración de Pereira y Nsue, los dos remates del uruguayo acabaron de la misma forma: en nada. El Chori, objetivo de los focos desde que se activó el mercado, sigue apartado de su mejor versión y no encuentra el camino a pesar de su insistencia. Y lo más preocupante es que su bajón ha dejado al equipo sin muchos de los recursos a los que se abrazaba en los momentos de apuro.
Trató el Mallorca de impresionar al Sporting a la vuelta del descanso. Consciente de que podría hacerle daño a poco que enderezase el rumbo, le aplicó velocidad y tensión a su fútbol, aunque a su vez se olvidó de cerrar la puerta trasera y eso le obligó a abonar un elevado peaje. Los rojiblancos (ayer de azul) cuajaron el contragolpe perfecto y tuvieron tiempo incluso de recrearse al desembarcar en el área mallorquinista. De la Cuevas asistió a Canella con una genialidad y éste se sacó de la manga un remate que Kevin introdujo en la puerta balear durante un intento de despeje. El cielo se seguía cubriendo.
Laudrup se arremangó para atajar la hemorragia y su primera medida fue apartar del campo a Crespí para perseguir el equilibrio a través de Martí. Pero en plena fase de ajuste llegó el golpe de gracia del Sporting. André Castro, que apenas llevaba un minuto sobre el tapete, convirtió en oro el primer balón y dejó sin sangre al Mallorca.
A partir de ese momento, también sobró todo. Incluida la guinda de Novo, que lo único que hizo fue afear la herida. El colchón sigue ahí, pero convendría hincharlo un poco antes de que sea demasiado tarde.