Baleares se ha convertido en tierra de grandes campeones. De deportistas que han alcanzado cotas únicas en el mundo en sus respectivas disciplinas y han situado a las islas como potencia internacional. La generación presente, y los pioneros a lo largo de diferentes etapas durante el siglo XX, desconocían hasta hace un tiempo al referente, el pionero de esa interminable lista: Cornelius Atticus.
Esa figura, que da nombre a la distinción más importante dentro del campo deportivo que se concede en Baleares permite rescatar del olvido y poner en valor el descubrimiento que dio luz a la figura de Cornelius Atticus. Y es que, durante las excavaciones arqueológicas realizadas en la antigua ciudad romana de Pollentia (actual Alcúdia), en el ya lejano año 1933, apareció una laude funeraria del siglo III en un buen estado de conservación que llevaba grabado un poema epigráfico en el que se ensalzaba la figura de un deportista.
El mismo era un púgil de pancracio, una modalidad de combate de las tres habituales en Grecia y Roma. Lucha, pugilato y pancracio, comparables en la actualidad con especialidades como la lucha grecorromana, el boxeo o la lucha libre, salvando las diferencias, eran las más populares, aunque el pancracio era la que mayor número de adeptos reunía y concentraba. En el pancracio valía todo, siendo una mezcla de lucha y pugilato. La agilidad primaba por encima de la fuerza o el peso. Su escenario de entrenamiento era las palestras, un patio porticado próximo a las termas en las que aquellos deportistas se ejercitaban, supervisados por los paidotribes. Allí también se llevaban a término los combates.
La traducción de la lápida que recuerda la figura de Cornelius Atticus es la siguiente: «A los dioses manes de Cornelius Atticus, por constante sobrenombre llamado el pancraciasta. Engañado por el hado inicuo, aquí repone el infeliz. Acostumbraba endurecer sus miembros en contínuas palestras y con frecuencia complació al pueblo gracias al arte de su sobrenombre. Tú que fuiste creado de la tierra fértil para después ser quemado a fuego y humo, ya no eres nada, sino tan solo lo que ahorró la llama. Huesos y cenizas reposan bajo el amparo de esta piedra».
Esa lápida es cuadrangular, de escritura monumental clara, destacando el tamaño variable de las letras y los diferentes signos de interposición y adornos, de la misma manera que dos hojas de hiedra y una palmeta en la parte inferior del epígrafe, que permite conocer las gestas del primer atleta balear de la historia y del que se tiene constancia documental, de origen ateniense (Atticus) y cuyas hazañas causaron enorme entusiasmo en la ciudad romana de Pollentia, siendo merecedor de este poema en conmemoración de su vida y trayectoria en la lápida funeraria que da fe de la existencia del pionero del deporte balear.
Su memoria sigue viva merced a la distinción Cornelius Atticus, que premia desde 1996 a trayectorias personales y deportivas vinculadas a toda una vida de dedicación a este campo. La misma ofrece una reproducción de esa lápida de mármol del siglo III, junto a un pin con la misma imagen y un diploma acreditativo.