La espectacular y última versión de la haka no funcionó, y los All Blacks perecieron por primera vez a domicilio frente a Irlanda (16-9), lo que provocó una auténtica locura y frenesí en las tierras irlandesas, donde el rugby es considerado el deporte nacional.
Con su victoria histórica lograda el pasado sábado Irlanda consolidó su estatus de equipo a batir en la Copa del Mundo que se celebrará el próximo año, un triunfo que se reflejó en las calles hasta altas horas de la madrugada y en la prensa este domingo.
Apenas dos años después de cortarle la cabellera por primera vez a los de la zamarra negra de Nueva Zelanda en el Soldier Field de Chicago, el equipo de Joe Schmidt impartió una clase magistral defensiva para mantener a raya a los campeones mundiales.
Hacía muchos años que los All Blacks no se quedaban en blanco contra un equipo del hemisferio norte, concretamente desde 1995. Así los campeones del norte dominaron a lo mejor que el sur puede ofrecer con su 17ª victoria en los últimos 18 encuentros.
Tras el partido hubo euforia verde sobre el tapete, algo que no evitó que los jugadores de ambos combinados estrecharan sus manos y se desearan suerte para encarar los próximos compromisos, una imagen significativa que habla por sí misma.