Miguel Luengo|BARCELONA
Rafael Nadal, el más joven campeón de la Copa Davis, vuelve al Palau Sant Jordi nueve años después de portar la bandera de aquel equipo que ganó la primera ensaladera contra Australia, aunque ahora la responsabilidad es dirigir al conjunto español a un triunfo contra la República Checa.
Desde que comenzó esta temporada, Nadal dejó claro que su objetivo principal era ganar la Davis. Su baja en la final de 2008 contra Argentina en Mar del Plata le dejó un mal sabor de boca.
El duelo contra la República Checa también tiene coincidencias para Nadal, quien debutó en Brno con 17 años en 2004 y en pabellón cubierto, y derrotó precisamente a Radek Stepanek en el último punto para cerrar la contienda a favor de España por 3-2.
Antes de iniciar este año, Nadal no podía imaginar la serie de acontecimientos que protagonizaría en 2009. Convertirse en el primer español en ganar el Abierto de Australia y firmar un inicio de sesión con cinco títulos (Melbourne, Indian Wells, Montecarlo, Roma y Barcelona) hacían prometer una temporada espléndida, pero dos lesiones le infligieron una herida que se ha dejado notar.
La primera se produjo en Roland Garros, cuando sus rodillas, maltrechas ya desde Madrid, le impidieron afrontar con garantías su partido de octavos ante el sueco Robin Soderling, su verdugo y autor de una derrota que le impidió optar a ganar su quinto título consecutivo en París.
Faltó a Wimbledon a defender su corona y llegó, también maltrecho, al Abierto de Estados Unidos, herido con dos centímetros de rotura abdominal y pese a todo llegó a las semifinales. La solución, volver a parar.
El desenlace, una semifinal en Pekín, la final de Shanghai y una pobre actuación en el Masters de Londres, donde se marchó perdiendo seis sets, incapaz de ganar uno solo ante Soderling, Davydenko y Djokovic, respectivamente.
Falto de confianza y después de haber admitido que la separación de sus padres le hizo estar «fuera de este mundo» en determinados momentos, llega Nadal a la final de la Davis con números poco esperanzadores para él, pues antes de caer con Federer en la final de Madrid había ganado a 14 jugadores situados entre los diez primeros. Después, sólo ha podido con Tsonga y ha doblado ocho veces la rodilla ante los mejores.
Sus cifras, 64 victorias y 11 derrotas, le han mantenido aunque con notorio peligro de perderlo, en el segundo puesto de la clasificación mundial, con Djokovic acechando. Ahora, la lucha por el objetivo inicial al principio de la sesión le llega este fin de semana, donde su formidable adaptación a la tierra espera dar sus frutos y conseguir por segunda vez (Sevilla 2004) un título que le emociona.