Dicen que es uno de los tipos peor vestidos de la NBA, que tiende poco a cuidar su aspecto. Con pinta de jubilado que pasaba por allí, es poco amigo del maquillaje, del glamour. Acostumbra a chupar un caramelo y a reclinarse sobre la mesa de anotadores en los partidos, a firmar gestos casi prohibitivos para una liga tan pendiente del cuerpo a cuerpo como la americana. Tal vez porque George Karl (Pennsylvania, 1951) nació en un pequeño pueblo, en Penn Hills, en el que había pocas cosas que hacer al margen de jugar al baloncesto. Claro que su discurso, cargado de humildad, no tiene nada que ver con su vestuario. Propietario de algunas de las frases más célebres de la historia de este deporte "«el mundo nos ha alcanzado», dijo tras caer eliminado con Estados Unidos en el Mundial de Indianápolis»" , ayer llegó al Polideportivo de Maó flanqueado por un traductor y regaló un día espectacular: «El problema del baloncesto y el de la NBA es el dinero», deslizó de entrada.
Fue en el marco de una mesa redonda sin parangón en la Isla, que dejó detalles para la historia. Acababa de bajar la persiana la primera ponencia de Ettore Messina. Los entrenadores habían ido a tomar un refrigerio y en esas apareció George Karl. El coach que dirigió al Real Madrid cuando vencía la década de los ochenta y que revolucionó las rotaciones, llegaba para participar en un coloquio, en un debate en el que interactuaron los técnicos. Y regaló varias frases para el archivo documental del Clínic Internacional de Maó. Su primera valoración fue sobre la evolución del baloncesto y la dimensión que tiene actualmente. Y el entrenador de los Nuggets de Denver lo tiene claro: «El dinero en el juego del baloncesto ha crecido de forma increíble y eso no es bueno. Yo antes ganaba 80 mil euros al año y ahora los gano cada mes, y eso se traslada también a los jugadores. La gran mayoría sólo piensa en el dinero, no en la competición, y el dinero no es un buen líder».