Miguel Luengo|PARIS
El suizo Roger Federer resolvió por fin su cita con la Historia y al vencer al sueco Robin Soderling por 6-1, 7-6 (1) y 6-4, en una hora y 55 minutos, ganó por primera vez en su carrera el torneo de Roland Garros, para igualar los 14 Grand Slams del estadounidense Pete Sampras.
Llovía sobre París, y Federer sacaba para ganar el partido más importante de su vida, y ya las lágrimas del suizo afloraban en sus ojos. Minutos después de ganar el torneo que más ha deseado, hubo de nuevo lágrimas, mientras sonaba el himno de Suiza. Lágrimas diferentes a las que derramó en enero durante la entrega de premios en la final del Abierto de Australia, donde fue derrotado por Rafael Nadal.
Fue una final rápida, demasiado rápida y fácil para Federer en un momento histórico, aunque no tan veloz y desesperante como la que perdió el año pasado con Nadal por 6-1, 6-3 y 6-0.
Por eso quizás las primeras palabras de Federer tras recibir el trofeo de manos del estadounidense Andre Agassi, ganador hace diez años al batir al ucraniano Andrei Medvedev, fueron de alivio. «Sienta muy bien estar en el podio por fin como ganador», respiró tranquilo por fin, mientras sus hombros se mojaban con la lluvia.
Federer ha tardado mucho, doce años, para ganar en París. Diecinueve finales del Grand Slam ha necesitado para por fin acallar a los que le criticaban su falta de constancia en la tierra batida, y a los que apuntaban que no podría ganar aquí, siempre que Nadal estuviera cerca. Esta vez, faltando el mallorquín al ser eliminado por Soderling en octavos, hubiera sido imperdonable para él no alzar la Copa de los Mosqueteros.
«Me diste una lección de como jugar al tenis. Tu eres el más grande en la historia y te merecías ganar ese título», reconoció un entregado Soderling que descubrió que anoche había bromeado con su entrenador, el sueco Magnus Norman, último finalista de esta nacionalidad en 2002, con la posibilidad de ganar ayer.
«Mi entrenador y yo bromeábamos, y yo le dije, nadie puede vencerme diez veces seguidas. Tú lo has hecho, pero nadie me ha ganado 11 veces seguidas», comentó con gracia el subcampeón, Y fue una gran lección, pero Federer contó con la especial ayuda de Soderling que no tuvo su día, y que después de ganar por primera vez en su carrera nueve partidos seguidos sobre tierra, desaprovechó una gran ocasión para, al menos, hacer feliz a su compatriota Bjorn Borg, campeón en seis ocasiones, que presenció el partido en el palco.
«Doy las gracias a Magnus mi entrenador, a Jenny mi novia, y a mis padres que vinieron hoy para este partido y que me apoyaron desde que comencé a jugar tenis. Este es el mejor torneo del mundo y me encanta venir», añadió Soderling que casi pareció estar agradecido por haber sido el convidado de piedra de Federer, y que podría haber redondeado la fiesta sueca, porque en la final júnior su compatriota Daniel Berta si se impuso al francés Gianni Mina.
Los comienzos del partido fueron totalmente desalentadores para el verdugo de los españoles David Ferrer y Rafael Nadal. Soderling fue capaz únicamente de ganar un punto al saque de Federer, y once en total en esa manga, en la que el sueco sólo se anotó 10 con su servicio. En resumen, Federer se llevó el parcial, con un paseo de 23 minutos.
En el segundo, la monotonía se rompió en dos momentos. Con 2-1, el catalán «Jimmy Jump» puso en entredicho la seguridad del torneo al burlarla y saltar a la pista central con una camiseta suiza, una banderola del FC Barcelona y una barretina que intentó colocar, sin éxito en la cabeza de Federer. Tras ser placado, reducido y sacado a rastras de la pista, el partido continuó.
Y en el desempate, Federer sí mostró su poderío al ganarlo por 7-1, con cuatro de los 16 «aces» que logró en el encuentro (ha terminado como mejor sacador con 80). Ahí se acabaron las posibilidades del sueco, que solo logró dos.
Pero lo que sin duda destrozó al escandinavo fueron los 57 golpes ganadores del suizo y su incapacidad para lograr confirmar puntos de rotura. Robin solo tuvo dos posibilidades durante el encuentro, en el cuarto juego del tercer set, cuando se llevaban disputados 89 minutos, y el otro cuando ya casi se había entregado.
Con lluvia cayendo sobre París, con 20 grados, y el público rugiendo a favor de Federer desde que éste pisó la central, el suizo se aprestó a sacar para ganar el partido quizás más importante de su carrera. Y entonces sus nervios, impropios del que aspira a convertirse en el más grande en la historia, afloraron.
Federer jugó entonces muy nervioso, deseando acabar cuanto antes se aceleró y Soderling pudo romperle. Mirka Vavrinec, esposa de Roger, contemplaba el partido con tensión y apretaba las manos. Soderling ayudó al restar a la red en el punto final y Federer se arrodilló, lloró, y se tapó la cara con las manos.
Soderling le había facilitado el camino para ser el sexto jugador en reunir los cuatro grandes, aunque en su caso en años diferentes, y el suizo lograba su segundo título de la temporada después del de Madrid. Mantendrá el segundo puesto de la clasificación mundial y acechará a Nadal en Wimbledon. Soderling aparecerá en el 12 mañana.