Antonio Martín Guirado |INDIAN WELLS
Es el tenista número uno del mundo, pero no hay atisbo de altanería en él. Rafael Nadal, humilde y maduro en cotas extremas para un joven de 22 años, mantiene la prudencia: «Todo esto es momentáneo y va a pasar; si no lo supiera, en el futuro la castaña sería bastante grande», dijo a Efe.
El mallorquín hizo esperar a los medios en la rueda de prensa porque a la conclusión de su victoria en cuartos de final de Indian Wells frente al argentino Juan Martín Del Potro, por 6-2 y 6-4, decidió volver a la pista de entrenamiento para practicar el saque.
«Quiere recuperar el feeling», comentó a Efe Benito Pérez, su jefe de prensa. Casi una hora más tarde, Nadal, campechano y dando buena cuenta de dos «cookies» de chocolate -«puede que al estómago no le siente bien, pero a la mente sí»-, reflexiona sobre el momento de renombre internacional que vive hoy.
«Al fin y al cabo, la vida da bastantes vueltas; hoy puedo estar aquí como número uno y dentro de cinco o diez años, ser como cualquier otra persona. En el futuro espero ser eso, alguien normal y corriente», sostuvo el manacorí, cuya actitud al respecto le parece «lo normal».
«No creo que sea un tema de mantener los pies en el suelo», explicó. «El que no lo hace es el que comete el error; hay que estar preparado para asumir el éxito y también la bajada. Si uno se va muy para arriba, tiene que bajar mucho más después», argumentó con sencillez.
El mallorquín asegura que no le dejan de preguntar por las «sensaciones» que pueda albergar llevar el título de número uno a la espalda, pero fue tajante al respecto: «Te prometo que ni me levanto ni me acuesto pensando que lo soy».
«Sólo pienso que tengo un partido y que tengo que jugar lo mejor posible; esas sensaciones de ser número uno o número dos, como lo he sido los últimos tres años... mi cambio es cero; no me voy a la cama más feliz ni con más seguridad de que voy a ganar al día siguiente, sino con los mismos objetivos y la misma ilusión», manifestó.
Ese objetivo no es otro que seguir mejorando. Cada vez que salta a una pista, es su reto. «Si no fuera así, daría igual ser el número uno, el dos, el tres... porque iría a peor», aseguró.
En cualquier caso, es consciente de que ser el actual número uno del mundo no le hace «ganar más partidos».
Nadal jugó la pasada madrugada una de las semifinales del campeonato -la otra emparejará al suizo Roger Federer frente al británico Andy Murray- contra el estadounidense Andy Roddick, un partido «lo suficientemente difícil como para pensar en la final ahora mismo», admitió.
Y mucho menos en Roger Federer, número dos del mundo, y la pieza con la que completa una de las más grandes rivalidades del deporte de la raqueta. «Aún no pienso en una hipotética final con Roger, ni se me ha pasado por la cabeza», admitió. «El lo va a tener también complicado contra Murray, así que ojalá pueda jugar contra él, porque querría decir que yo he llegado también a la final», apostilló. El jugador mallorquín indicó que «pase lo que pase» a partir de ahora, su trayectoria por el desierto californiano es ya «positiva».
«Estoy en semifinales y enfoco el partido con la máxima ilusión y motivación; intentaré jugar al mejor nivel para llegar a la final, buscaré ser agresivo y esperar a que él cometa algún error cuando esté sacando», señaló en alusión a la principal arma del norteamericano.