Nuevo desplazamiento y enésima decepción. Del oasis de la Copa, a la realidad de la Liga. El Mallorca sigue caminando por la acera más embarrada del campeonato y ayer lanzó al aire esa bala que guardaba para mejorar su calidad de vida. Sin nada interesante que exponer en su escaparate, los rojillos volvieron a demostrar en Almería que están a años luz de su versión más fiable, que faltan todavía muchas piezas por encajar en el puzzle de Manzano. Una vez más, el ejército del jienense acabó siendo el analgésico ideal para un equipo enfermo y depresivo. Y van... (2-1).
El Almería, aprovechando la torrija inicial del Mallorca, había abierto el partido a base de amenazas y sin apenas despeinarse, los de Arconada dibujaron dos ocasiones extraordinarias en apenas ocho minutos que despertaron de forma brusca a los baleares. La primera, tras un remate a quemarropa de Piatti que repelió Lux y la segunda, después de un envío de Negredo al que no llegó por milímetros su socio argentino. El aviso estaba sobre la mesa.
Tras los primeros diez minutos de rodaje el Mallorca abrió los ojos y empezó a incorporarse. Lo hizo con una volea de Aduriz a pase de Corrales y aunque acabó un metro por encima de la portería de Alves, sirvió para que el Almería se tapara los pies y comenzara a respetar a su invitado. Desde ese momento, el escenario de choque cambió de fisonomía. La sala de máquinas de ambos equipos estaba encharcada y ni uno ni otro eran capaces de asumir el gobierno. Pese a todo, el balón llegaba envenenado a las áreas. Mario se probaba en el lanzamiento de larga distancia y Negredo hacía que los isleños contuvieran la respiración cada vez que contactaba con la bola. Entre tanto, David Navarro se jugaba la expulsión con un absurdo codazo a Mané que no apreció Turienzo. De lo contrario...
Con los veinte primeros minutos de función archivados, el partido se fue apagando. Sobre todo, porque los problemas de suministro seguían siendo importantes en las dos orillas. La monotonía empezaba a resultar insoportable, pero se quebró cuando emergió, de nuevo, la silueta de Àlvaro Negredo. El ex madridista sacó la varita, se quitó de encima a Nunes sobre una baldosa y le adosó dinamita a un balón que se paseó por delante de Lux hasta llegar al segundo palo, donde aguardaba Mané. El zurdo llegó a disparar, pero sus intenciones murieron en el exterior de la red.
El Mallorca se decidió a salir otra vez de la cueva. Arrinconó al Almería en uno de sus arrebatos y forzó un saque de esquina que sabía a gloria. Jurado le dio brillo y Nunes estuvo a punto de transformarlo en oro con un cabezazo limpio, de manual. Diego Alves abortó el gol con una estirada imposible y Aduriz rebañó una segunda opción que tuvo el mismo final de la primera. Sin embargo, lo peor no fue la oportunidad malgastada, sino la réplica del conjunto rojiblanco. El Almería montó el contragolpe sin mucha fortuna y el balón cayó desplomado unos metros de la media luna del área isleña, esperando que alguien lo reanimara. Hasta que apareció Negredo. El fino delantero de la escuadra andaluza había intuido durante su carrera la posición adelantada de Lux y sin apenas meditar su ejecución reclamó la atención de los flashes con un exquisito zurdado que sacudió los cimientos del partido. Sin duda alguna, uno de los goles de la jornada (minuto 43).
Manzano se fue al vestuario cabizbajo, con mal sabor de boca. Había que adoptar medidas drásticas y la primera fue dejar a Varela en el vestuario para probar suerte con la chispa de Castro. El movimiento apenas tuvo efectos secundarios. El Almería, con el viento de cara, redactó a su gusto el guión y desplazó la acción hacia la esquina mallorquinista, donde seguía almacenando ocasiones para engordar el saco. Así obtuvo un libre directo relleno de explosivo y un córner que desembocó en la sentencia tras impactar en la mano izquierda de Gonzalo Castro. Turienzo no lo dudó y Negredo volvió a alzar la mano. La temporada pasada había errado casi la mitad de los penaltis que había lanzado (dos de cinco), pero le daba igual. Lo resolvió con un tiro mordido del que Lux adivinó la trayectoria, pero que se perdió bajo el cuerpo del argentino. Ya no había nada más que rascar (minuto 66).
El entrenador del Mallorca, viendo la que le había caído encima, se vació los bolsillos en busca de una resurrección épica, aunque fue inútil. Keita se reivindicó sobre la bocina con un golazo estéril, pero el Almería estaba ya a varios metros de distancia. En el partido y en la clasificación.