El Manzanares asistió ayer a una función lógica de fútbol. Lógica, porque venció el que aprovechó sus oportunidades y porque el Atlético fue cien por cien eficaz. Dos llegadas, dos goles. El fútbol es una exposición constante de argumentos para ganar o perder y los de Manzano exhibieron argumentos, pero salieron de vacío. Hicieron cosas bien, algunas muy bien, pero fallaron ante Leo Franco. El portero, sobre todo en la segunda parte, fue providencial para su equipo.
El once madrileño tiene a Forlán, a Maxi y por encima de todos a Agüero. Ayer el argentino y el ex portero del Mallorca fueron los principales artífices de la victoria rojiblanca. Los baleares andan justos de definición, muy justos, y todo queda a merced de la gracia de Aduriz, que mereció el gol, pero en el fútbol los méritos no cuentan, cuentan las realidades. Además el Mallorca es un equipo muy justo de recursos y el entrenador no pudo echar mano de lo que mejor funciona en el medio campo cuando pelotean Martí, Cléber y Jurado.
Hubo que medir lo que se llama en fútbol la profundidad de banquillo y ya se sabe, unas veces sale bien y otras no sale. Ayer salió cruz, regular, pero la sensación general es que el Mallorca hizo méritos suficientes para engordar su casillero de goles. Con Scaloni aferrado al carril derecho por delante de Josemi y Varela en la otra banda, Arango quedaba en la media punta, cerca del área, donde le gusta, pero jugando como siempre, sin fe, sin garra. Suárez y Martí fueron de menos a más y el plan de Manzano funcionaba.
El Mallorca salió bien, metido, con actitud, con ganas de gustar. Lo tenía todo, pero se equivocó en los metros finales. Se equivocó primero Aduriz y después Varela. Primero Leo Franco y después un disparo envenenado, pero un poco alto puso el Calderón tenso que se encargó de enchufar a los suyos. Y vaya si los enchufó. La máquina colchonera empezó a engrasarse con criterio. Maxi y Antonio López encontraron un filón por la derecha donde Varela no defendía y Corrales estaba desbordado. Simao hacía lo propio por la izquierda y Martí y Suárez empezaban a verse desbordados.
El Atlético supo leer estos desajustes y se aprovechó de ellos y lo hizo a golpe de calidad. Entre Maniche y Forlán buscaron a Agüero que encontró espacio entre los centrales y además midió la mala salida de Moyà para batirle por arriba. El Kun es bueno, pero si te facilitan tanto el trabajo el mérito es relativo. Respondió el Mallorca con un centro de Scaloni al que Aduriz no llegó a rematar. El Atlético empezó a jugar con comodidad, a tocar y a llegar y a volver a marcar. Antoni López se escapa por la derecha, mete de nuevo a Forlán y otra vez Agüero estaba en el lugar preciso y en el momento oportuno. Candada general en defensa y gol, era el segundo.
Después vendría otra opción de Aduriz que quedó en nada y otro problema añadido, un golpe de Moyà que dejó al de Binissalem en el banquillo y Manzano se vio en la necesidad de dar entrada a Lux en el segundo tiempo.
En la reanudación la película volvió a repetirse. El Atlético jugó a medio gas y el Mallorca se topó con Franco, un viejo conocido, que ayer fue un muro infranqueable. Aduriz envió un balón al larguero nada más arrancar y Suárez hizo lucir al cancerbero en un disparo de larga distancia. Pero la gran noche de Franco todavía debía redondearse y vaya si se redondeó. Webó y Aduriz en la recta final convirtieron al portero argentino en el héroe de la función. Fue injusto, pero el fútbol es acierto y quienes acertaron fueron Agüero y Franco. Ellos ganaron el partido.