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Fútbol/Real Mallorca

La plantilla acoge la noticia con sorpresa

La venta coincide con el día de descanso de una expedición que prefiere no hacer declaraciones

La expedición del Mallorca no daba crédito. Aunque la noticia de la venta del club estalló en plena jornada de descanso y con el hotel Sonneck prácticamente desierto, a medida que se acercaba la noche el cuartel general de los isleños se transformaba en un hervidero de periodistas y empleados de la entidad en busca de noticias y reacciones. Un montón de personas reunidas frente a la pantalla de un ordenador, teléfonos móviles echando humo y sobre todo preguntas, muchas preguntas al aire. De hecho, los propios trabajadores del Mallorca reconocían que habían conocido el acuerdo entre Grande y Davidson a través de las reiteradas llamadas de los medios de la Isla que siguen estos días el equipo en Austria. «¿Sabéis quién es el que ha comprado el Mallorca?, ¿a qué se decica?». Las cuestiones circulaban por una vez en la dirección inversa, intercaladas con las bromas más previsibles: «Ahora vamos a tener que aprender todos inglés». Mientras tanto, en uno de los salones del Sonneck, Manzano dialogaba en voz baja con Gonzalo Hurtado, que era incapaz de quitarse la cara de póquer, y Nando Pons caminaba una y otra vez sobre sus pasos en la terraza, probablemente intentando recopilar la información que se cocinaba a dos mil kilómetros. Antes había estado charlando con Nunes, probablemente del mismo tema. «No voy a hablar porque no sé nada, en serio», comentaba a continuación frente los micros que le presionaban. «Vosotros seguro que tenéis más información. Yo he hablado un minuto con el presidente y creo que en la tele ha estado más tiempo. La noticia está en Palma, no aquí», se excusaba.

Los jugadores, que después de disfrutar de más de diez horas de asueto se reincorporaban a las 21.00 horas a la concentración, tampoco se pronunciaban. De hecho, algunos ni lo sabían. Se espera que hoy, después de una noche cargada de llamadas y mensajes, todo sea distinto. Curiosamente, horas después de que la acción se esparciera por todo el hotel de concentración, llegaba Pep Lluís Martí. Y lo hizo entre el más absoluto silencio. Son cosas de la actualidad.

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