Roberto Morales|VIENA
España despertó a Rusia de su sueño e impuso su estilo de juego para recuperar el prestigio perdido en Europa y tocar el cielo 24 años después, con goles de Xavi, Güiza y Silva en un partido histórico camino de la gran final.
Alemania-España. Final de la Eurocopa 2008 que pasará a la historia por el regreso a la élite de España. Superada la barrera de cuartos. Eliminados los miedos ante Italia desde la tanda de penalti, bordó la semifinal para eliminar a Rusia, la sensación del campeonato, endosándole la segunda goleada consecutiva.
Luis afrontó la cita con la historia con un once que España sabe de memoria. No son tiempos para ello, mucho menos en una competición corta, cargada de partidos. Los miedos del desgaste físico no le condujeron al cambio, aunque lo meditó.
Se enfrentaban las dos selecciones que han enamorado con su juego a Europa. El toque de España ante la renacida Rusia. Recuerdos presentes de una goleada (4-1) en el estreno de la Eurocopa, que condicionaban el duelo. Se repitió la climatología, con una lluvia que beneficiaba a la rapidez rusa, pero el estilo de partido fue distinto.
La lucha inicial estaba clara. Batalla por el balón. Por el mando. España, centrada en frenar la magia de Arshavin, juntó las líneas. Defendió bien. Se encontró con una Rusia crecida de inicio, inmersa en una dinámica con la que borró del mapa con un fútbol de quilates a Suecia y Holanda. Cuando todos avisaban a Sergio Ramos del peligro de Arshavin dejándose caer al costado con el desdoble del potente Zhirkov, Rusia sorprendió por la otra banda. Capdevila comenzó sufriendo ante Saenko, que lanzó tres centros que no encontraron rematador pero metieron miedo en el cuerpo. España jugaba directo. Con Senna de dueño en la medular, Xavi no durmió la posesión y encontró con rapidez los movimientos de Villa y Torres, la subida por sorpresa de Sergio Ramos. Fue el lateral el más incisivo en el remate.