Ginés Muñoz|BARCELONA
El nuevo Barcelona de Frank Rijkaard, el que ha traicionado su estilo para abonarse al resultadismo más efectivo, sigue aferrado a la Liga tras vencer ayer por la mínima al Racing de Santander (1-0), en otro mal partido ofensivo del conjunto azulgrana.
Este Barca, cuyo nivel de competitividad crece al mismo ritmo que disminuye su fútbol atractivo, volvió a aburrir a la parroquia del Camp Nou, sufrió lo suyo para conseguir la victoria y acabó, una vez más, pidiendo la hora.
Lento, perezoso, ausente e impreciso, al Barca le costó un mundo abandonar la zona defensiva con el balón jugado en la primera mitad. Buena culpa de todo ello la tuvo el Racing, un equipo serio, sólido y solidario, que salió a presionar muy arriba -algo poco habitual en los rivales que visitan el Camp Nou- desde el inicio de partido.
En el descanso, Marcelino quitó a uno de sus dos puntas, Iván Bolado, y pobló aún más de efectivos el centro del campo con Pablo Alvarez, pensando que para amenazar a la portería defendida por Valdés no le hacían falta más delanteros natos sino hombres que llegaran desde la segunda línea.
El ambicioso propósito Racing se desvaneció por momentos, cuando Rijkaard sentó a Giovani y metió a Messi. La entrada del 'crack' argentino, que reaparecía un mes después de caer lesionado en Mestalla, despertó a la afición local y enchufó al Barca en el partido. 'La Pulga' se echó a la espalda al equipo, monopolizó las acciones ofensivas en los últimos 25 minutos e intentó embarcar a sus compañeros de ataque en la aventura de sentenciar el choque por la vía rápida. Pero sólo fue un espejismo.
La refrescante presencia de Messi duró lo que el Racing tardó en regresar al partido y el conjunto cántabro lo volvió a intentar en los últimos minutos. César Navas tuvo la última ocasión con un cabezazo.